Noté que esperaban que me pronunciase, pero ¡vaya!, aunque no voy a decir que no me gusta, la verdad es que tanto protagonismo abruma.
-Errrggggggg...
-¿Qué hacemos, Jessi? -chirrió la voz de mi prima Susi que al parecer aún seguía viva- ¿Qué hacemos con él?
Inconscientemente miré al albondiguilla preocupada por su integredidad física. Bien era verdad que me había metido mano en el bosque más de lo que la moralidad familiar permitía (públicamente), pero de ahí a procesarlo por ello, tampoco me parecía justo. Sin duda, todo aquel asunto debía ser cosa de la tía Pepi, que aún rezumaba pelusilla por los cuatro costados.
-Sólo fueron unos besitos inocentes.
-¿Cómo que sólo unos besitos inocentes? -mi madre estaba increíblemente alterada.
-Sí, sí. En realidad ni siquiera me gustaron. Apestaba a ajo.
-Jessi, por favor, ahora no trates de defenderlo. Todos sabemos que el tema no se quedó en unos simples besitos castos.
¿Cómo rayos se habían enterado?. Alguien debía de haberse topado con nosotros en el bosque y, en lugar de ayudarme a salir de allí, únicamente se había dedicado a espiarnos y esperar a que regresase a casa al borde del desfallecimiento.
-Vaaaaale... -una vez pillados, para qué negarlo-... También me magreó un poco las tetas.
Noté como el Jonhy me daba una patadita en el tobillo tratando de evitar que confesase una verdad que a todas luces era conocida por la familia al completo. Si se avergonzaba de lo que había hecho que lo hubiese pensado antes de aprovecharse de mi inocencia.
-¡Pero yo estaba inconscienciente!
-Claro -mi padre aulló llevado por una furia de mil demonios- ¡Fue ahí cuando aprovechó para preñar a mi pequeña!
¿Preñar a su pequeña? Mi albondiguilla se había propasado amasándome como a una empanada, pero de ahí a hacerme un bombo. ¡Hombre!, no se... Aunque el chico sea más rápido que Usain Bolt algo tenía que haber sentido yo, ¿no?.
-Juraría que el JonhyiiiiiIIIIIIIIIII!...
Una coz del aludido interrumpió mi alegato en su defensa dejándome la canilla dolorida y a toda la familia más en ascuas que si estuviesen de cháchara con la Sra. Fletcher.
-¿El Jonhy?. ¿Qué tiene que ver el Jonhy en tu embarazo? -preguntó intrigada la tía Pepi mientras el resto posaba inmediatamente sus ojos sobre él- ¿No se supone que el padre es Ervigio?. ¿O es que también te has acostado con tu amigo?. Quizás... -añadió dirigiéndose a mi madre-... antes de decidir qué hacer con Ervigio habría que averiguar cuántos chicos se ha llevado tu hija a la cama -y al dar la puntilla con esta última frase, la venganza le brilló en los ojos.
¡Ahora caía en ello!. No me había fijado antes, pero sentado al fondo del salón, maniatado a un silla de madera y todavía vestido a lo Tony Manero, estaba el padre de mi hijo: Ervigio I, El Desgraciado. El desgraciado que me había abandonado a mi suerte después de calentarme las orejas con mil promesas de amor y obtener lo que andaba buscando de mi... Y vale con que quizás no eran ni mil promesas, ni tampoco de amor, pero su traición me dolió mucho más que si realmente se hubiese llevado mi virginidad a cambio de dejarme como un barrilete.
-Yo no tengo nada que ver el embarazo de su sobrina. Absolutamente nada. -se apresuró a aclarar el mago Jonhdalf que a esas alturas perdía agua a través de la transpiración a un ritmo frenético.
-Pues claro que no, cariño -intervino mi abuela Lola- Todos sabemos que eres buen chico, que nunca te aprovecharías de nuestra pobre Jessi. Sin embargo, ¡éste! -y al tiempo le dio un collejazo a Ervigio- Este sinvergüenza se ha llevado la honra de mi niña y ahora no quiere hacerse cargo de su hijo.
-Señora, yo no...
-¡Calla! -otro collejazo interrumpió al murcielaguito traidor- Si no llego a encontrarte en el bosque corriendo como alma que lleva al diablo, ¿en dónde estarías a estas horas?. Menos mal que tu yaya -añadió dirigiéndose hacia mi- aún tiene reflejos y, nada más verle, le aticé con la escopeta empleando toda la fuerza que esta desvalida anciana tiene.
Mientras relataba todo esto, Ervigio analizaba sus pinreles con la misma resignación con la que un preso recorre el corredor de la muerte.
-Lo peor de todo es que aún tendido en el suelo trataba de huir diciendo no se qué de que el Alcalde lo iba a matar si no lo encontraba en el Fiesta de Fin de Año, que en el fondo también daba lo mismo porque a lo mejor se lo cargaba igualmente y que ya puestos que acabase yo con él. ¡Hija!, yo no se si tu novio está chalado de verdad o es todo teatro, pero créeme que ganas de hacerte madre soltera no me faltaron -a esas alturas de la batalla mi abuelita estaba francamente excitada- Puedes dar gracias a Dios de que me limitase a dejarlo inconsciente, culatazo en el colodrillo mediante. ¡Unos años atrás, no hubiese respondido de mis actos!. ¡CANALLA!, ¡SÁTIRO!, ¡DESGRACIA JOVENCITAS! -otro nuevo capón cayó gratuitamente sobre el craneo curtido de mi ex-ratilla-voladora.
Con lo que así estaban las cosas: Sir Thomas muerto, Titina de Alcaldesa planeando nuestra ejecución, yo (teóricamente) embarazada y el (teórico) padre de mi hija (por preferir, ¡que sea niña!) retenido en aquel salón a base de mamporrazos de mi enfurecida yaya.
-¿Entonces qué vais a hacer con él? -inquirió, Dios sabe con qué intención, mi tía, la asalta-cunas.
-¡MATARLO! -gritó mi padre que desconoce el término medio.
-¡Casarlo con Jessi! -corrigió mi madre que está deseando lucir yerno por el barrio.
-¡Obligarlo a que se responsabilice de mi bisnieto! -puntualizó mi abuela haciendo un alarde de modernidad.
-Que no es mío, señora...
-¡CALLA, DESALMADO! -otro coscorrón silenció a mi ex-adorable-murcielaguito.
-¿Y bien?
No cabía duda de que la Pepi insistía en el tema movida por un interés personal-sexual-fetichista en Tony Manero, pero lo cierto era que, fuese como fuese, había que resolver aquella misma noche qué se hacía con Ervigio.
¿Quería casarme con un individuo que me había traicionado?
¿Quería que me conviertiese en vampiro un chupasangres no-cualificado que podía matarme en el intento?
¿Quería rematarlo yo de una buena vez?
Un montón de dudas y ninguna respuesta fácil... Si al menos supiese si él me amaba.
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