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diariodeunavampiresanovata

También yo, de haber sido una rata traidora, hubiese tenido miedo. Su comportamiento general había sido imperdonable y eso sin entrar a valorar que como novio estaba resultando un auténtico fiasco. En todo el tiempo que duró nuestra relación Charly jamás había renegado de mi (exceptuando la vez en que Vane nos pilló besándonos en la furgonalla), nunca se le había ocurrido tratar de noquearme (a excepción, claro, de la otra noche en el Route 77) y desde luego había sido muchísimo más pasional que el mustio de Ervigio, quien desde la exhibición de su chorra en el cementerio no había realizado ningún otro acercamiento sexual.

 

En fin, que bien visto, tampoco es que hubiese tanta diferencia entre mis dos amantes, pero la falta de suerte en el amor no quitaba que efectivamente hasta el momento mi adorable ratilla voladora se había portado como un auténtico zoquete insensible.

 

Lo miré con todo el desprecio que fui capaz de reunir.

 

-No me matéis, por favor. -Vaya, tanto valor iba a acabar conmigo- Dejad que coja a Mariposita y nunca más volveréis a saber de mi.- ¡¿Desaparecer del mapa?!. ¡Ni que me hubiese dejado embarazada!- ¿De qué os serviría que la perra y yo también muriésemos calcinados?.

 

Realmente para nada, pero tanto murciélago traidor estaba exaltando mi ánimo vengativo. Y me encontraba a punto de dejárselo así de claro a mi ex-amante vampiro cuando unos paso indecisos comenzaron a bajar hacia el sótano.

 

-Jessi, ¿estás ahí, Jessi?.

-Sí, abuela. ¿Qué quieres?

-Ya han llegado todos y te estamos esperando para empezar. ¿Se va a quedar Jonhatan a cenar con nosotros?.

 

Mi abuela, que siempre hace comida de más, sin duda se había estresado por la posibilidad de necesitar un plato extra para el albondiguilla, ¡cómo si con las toneladas de comida que había preparado no se pudiese alimentar a 7 Jonhys, 10 familias de focas monje y todo el “atlético” cuerpo de policía de Nueva York!

 

-Creo que... -y mirando al aludido, esperé su respuesta-... Creo que no. -añadí cuando al fin sacudió la cabeza- Ahora mismo voy.

-Pues antes de salir que llame a su madre, porque ella ya ha estado preguntando por él.

-Por supuesto, Sra. Lola. -respondió el Jonhy interviniendo por primera vez en la conversación- En cuanto suba la telefoneo.

 

Los pasos de mi abuela se alejaron entonces hacia un barullo que yo no había advertido hasta ese instante y el sótano se quedó silencioso y desasosegado.

 

-¿Así que te das el piro? -le pregunté algo molesta por dejar que cargase yo sola con el muerto.

-En realidad, no. Me voy a quedar con Ervigio hasta que consigas escabullirte de tu familia y nos larguemos de aquí cagando leches. Si el Alcalde y toda su banda piensan incendiar esta casa con nosotros dentro, lo mejor será que desaparezcamos del mapa durante un tiempo, para evitar nuestra muerte y la de nuestras familias.

-Siendo así, supongo que querrás despedirte de tu padres. -le concedí enternecida por su sacrificio – Puedes ir a tu casa y volver antes de las 12. Yo no necesito que te quedes para vigilar a este chupasangres desleal. No es rival para mi.

-Quien me preocupa es él. -me espetó con semblante serio- ¿No creerás que lo voy a dejar en tus manos? Si venerándolo con tanto entusiasmo el pobre ha acabado así, no quiero ni pensar lo que podrías hacerle ahora que ha pasado “Oscura alteza de la Noche” a “chupasangres desleal”.

 

Pues el “chupasangres desleal” se tenía bien merecido todo lo que fortuitamente (eso es algo que necesito recalcar) le había ocurrido y si al Jonhy le iba a preocupar más su estado de no-muerte que como le hubiese caído tanto desprecio a mi pobre corazón, pues no les vendría mal a los 2 quedarse en el sótano haciéndose compañía.

 

-Entonces no os importará que me vaya a cenar. En cuanto acabe bajaré a buscaros con todo listo para emprender la huida. Mientras tanto... -añadí echándole una mirada significativa a Ervigio-, y sólo por si las moscas, me llevaré a Mariposita conmigo.

-¿Y no crees que antes podrías bajarme algo de comer? -me interrumpió el Jonhy cuando ya tomaba el pomo de la puerta.

-Sí, creo que podría,... -respondí todo lo antipática que pude-... pero tus comentarios me han quitado las ganas.

 

Y con mucha dignidad, salí disparada escaleras arriba, huyendo del albondiguilla que hambriento, por un hueso de aceituna, MA-TA.

 

En el salón, ya estaba montada la fiesta padre. Mi abuela, que es una excelente cocinera, había preparado platos para todos los gustos y sus cinco hijos, con las respectivas parejas y sus multitudinarias proles se habían abalanzado sobre la mesa como si algún bicho imaginario les fuera a quitar la comida al primer respiro que tomasen.

 

Solté a Mariposita en el sillón, donde se quedó placidamente dormida y me uní al frenesí devorador.

 

Mi madre, que es la única que no me traicionaría jamás, había recordado guardarme un sitio a su lado y así, casi sin darme cuenta, acabé sumergida en la vorágine, peleándome por un zanco de pollo humeante, mientras que la tía Pepi indagaba sobre mi vida destripándola sin compansión: “¿Cuántas has supendido?... ¡Incluso gimnasia! (me abstuve de mencionar mis experimentos con el 3º ojo)... Vayaaaaa... Pues Susi (ésa es mi prima, La Pija) ha sacado 7 sobresalientes y el resto notables... Además es la primera en su clase de ballet (allá ella si le gusta el tutú)... ¿Y qué tal va el grupito ése en el que cantabas?... ¿¡No conseguís locales donde tocar!?... Una pena, porque a mi niña la ha estado llamando de los mejores teatros para que de conciertos de piano (sí, sí... Ya me la imagino con el organillo y la cabra)... ¿Y novios?, ¿qué tal de novios?...

 

Di gracias al cielo por no tener que contestar. Hasta el momento había capeado el temporal en mi solitaria lanchita, como si del capitán de la Bounty me tratase, pero aquella pregunta iba directa mi línea de flotación y tuve que admitir que el timbre de la puerta me había librado oportunamente.

 

 

-Vaya, ¡eres tú!

 

Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, mi abuela usaba aquel tono alegre con una única persona.

 

- ¡Y traes compañía!

 

¿Y traía compañía?

 

-Pasad, pasad.

 

En ese momento yo ignoraba que aquella iba camino de ser mi primera gran cita para el apartado de citas célebres de Facebook.

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