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diariodeunavampiresanovata

Mega-estaca en mano, Brigitte salvó los 4 metros que la separaban del Alcalde y, con un furia desconocida para mi, trató de ensartársela en el corazón. Para su defensa, Sir Thomas optó por la evasión, escurriéndose sin dificultad un metro a la derecha y dejándo pasar a la fiera como una vaquilla furiosa en plena embestida.

 

Quizás en igualdad de condiciones ésa hubiese sido una estrategia ganadora, lamentablemente para el Alcalde, la rubiteñida además de iracunda, también estaba mejor disposición para la lucha y viendo que engañarla había resultado más fácil que quitarle un caramelo a un niño, trató de rectificar su error lo más rápido que pudo. Utilizando el impulso que llevaba en un sentido, clavó en el suelo la rama, levantó vuelo y logró virar totalmente su dirección, como si de una matraca se tratase. Así le incrustó al regidor un zapatazo en todos los morros.

 

-¿Quién va a matar a quién esta noche? -preguntó la vampiresa repeinándose mientras el Alcalde, que ya no iba muy fresco tras el golpe entre las piernas, con esto había quedado al borde del KO- ¿Quién es el más viejo aquí?.

 

Sir Thomas no logró articular palabra. Los ojos comenzaron a ponérsele en blanco y al fin cayó de rodillas en la tierra luchando por mantenerse consciente.

 

Por el contrario a Brigitte, aún pareciendo un espantajo entre sombras, se la veía mucho mejor. Estaba erguida con los brazos en jarras como Superman sobre la bola del Daily Planet y miraba pletórica de satisfacción los resultados de un trabajo bien hecho. A simple vista parecía aliviada, relajada, como quien acaba de quitarse un gran peso de encima.

 

Entonces una idea cruzó su cerebro y la máquina de matar se puso nuevamente en marcha. Nos miró con cara de circunstancias, tal cual si fuese a descargar sobre nosotros algo muy grande, una noticia trascendental, una bomba, y luego soltó:

 

-Estoy a punto de iniciar una nueva era.

 

¿Y por qué no la inicias ya y acabas de una vez con Sir Thomas?, ésa era la pregunta que le hubiera hecho yo de no estar arrástrandome por el suelo cual lombriz barrigona. Porque uno es muy valiente cuando tiene sus 6 litros de sangre bien metiditos dentro del cuerpo, pero cuando te han vaciado 3 o más (¡que es que yo me sentía mu’ malamente!), pues ya se tienen menos ganas de ponerse a mal con los chupasangres. Así que vi para Brigitte, asentí y esperé pacientemente a que a ella le apeteciese (de una puñetera vez) matar al regidor.

 

-A partir de mañana, seré la nueva Alcaldesa...

 

Uhmmmm...

 

-Seré la nueva Alcadesa y...

 

Y estaba claro que iba a requerir los servicios de un gabinete que le hiciese los discursos, así que, por el momento, ¿qué tal si cerraba la boca y se dedicaba al noble arte de quitar del medio a la competencia?. Que, al fin y al cabo, es una habilidad muy útil para la vida cotidiana (sino que se lo pregunten a la Vane) y una disciplina que todo buen político debe dominar si quiere obtener un cargo de altura.

 

-yyyy...

 

Y aunque resultaba irritante verla de pie buscando en las nubes las palabras adecuadas para la inauguración de la época “Brigitteriana” mientras el Alcalde se recomponía lentamente del último galletazo, tampoco osé decir nada esta vez. La muy lerda ni arrancaba con el discurso ni remataba a su víctima, pero a mi me había quedado claro que cabrear a un vampiro no era buena idea. ¡El sentido común había llegado al fin a mi vida!.

 

-yyyyyyyy...

-¡Y mátalo y deja la cháchara para después! -grité cuando se esfumó la sensatez que evidentemete no había venido para quedarse.

 

La chupasangres desorbitó los ojos como si a un dibujo manga le hubiesen pisado un callo y me puso cara de vampiresa gravemente ultrajada, o sea, de vampiresa dispuesta a sorberme 3 litros de sangre como mínimo. Que si fuese grasa hasta le agradecería la liposucción, porque tenía de sobra para alimentar a una familia de vampiros desnutridos, pero en cuanto a lo que a la sangre se refiere iba un poquito más justa.

 

-¡Mira, se levanta! -mi albondiguilla como siempre, al quite- Sir Thomas, ¡que se levanta!.

 

La rubiteñida pareció comprender entonces que estaba perdiendo la ventaja obtenida y, olvidándome en el suelo, retornó a la faena inconclusa. Con elegancia felina, saltó sobre el cuerpo del Alcalde, que se incorporaba indeciso, y lo lanzó definitivamente al suelo cayendo a horcajadas sobre él. Sin tomarse ni un segundo para afinar la puntería, alzó la estaca y la bajó sobre el corazón del regidor. Éste, visiblemente agotado, arañó fuerzas a su debilidad y, asiendo in extremis el palo con ambas manos, logró frenarlo a escasos milímetros de su pecho.

 

Sir Thomas había evitado la muerte una vez más, sin embargo Titina se encontraba en esta ocasión bien concienciada de que debía finiquitar el trabajo antes de revestirse con los honores de la Alcaldía. Presionó la estaca hacia abajo y está apenas se acercó al vampiro con rostro de púber. Una vez más y otra y otra y los brazos de ambos temblaban con el esfuerzo, pero el maldito chupasangres no cedía terreno. Era obvio que para re-matar a un no-muerto de tropecientos años se necesitaba algo más que otro no-muerto de tropecientos años. El instinto de supervivencia estaba inclinando la balanza a favor de Sir Thomas y algo debía voltearla hacia Brigitte: YO.

 

Detenidamente rastreé mi alrededor analizando la situación y todos los medios disponibles a mi alcance, buscando la forma en la que, desde mi flojera inducida, pudiese echarle una mano a la vampiresa.

 

-¡Levántate y ayúdala! -no tenía que ser necesariamente la ejecutora del plan.

-¿Qué haga qué? -el Jonhy siempre tan lento de entendederas.

-Algo -tampoco tenía que diseñar yo la estrategia- O Titina acaba con el Alcalde o nosotros estamos muertos.

 

Mi albondiguilla me observó con estupor y después, de un momento de duda, dio por bueno mi razonamiento. Se incorporó tras el matorral que lo ocultaba, salió al claro del bosque en el que se había desarrollado la batalla y vacilante se acercó a los dos chupasangres que aún seguían agarrados a la rama del pino.

 

-Ahora necesitas la ayuda de ése -jadeó Sir Thomas al verlo venir- ¿Qué clase de Alcaldesa vas a ser si necesitas de humanos para acabar conmigo?

 

De hecho la pregunta era ¿qué clase de Alcadesa iba a ser?. Porque resultaba más fácil imaginar a Morgan Freeman como conde Drácula que a Titina llevando las riendas de un ayuntamiento, por mucho que todos sus conciudadanos ya hubiesen palmado.

 

 

-Será una Alcaldesa “viva”-intervino mi pelo-pincho-lamido.

 

Y aunque eso no era del todo exacto, el Mago Jonhdalf sacó de un bolsillo la linterna de rayos UV para rubricar la frase apuntando su archifamoso Dedo de la Muerte sobre el archifamoso ojo del Alcalde.

 

-¡Maldito! -gruñó éste.

 

Pero no pudo decir nada más. Aprovechando una breve bajada de guardia producida por el dolor y la confusión momentáneos, Brigitte atravasó el juvenil cuerpo del regidor con la rama de pino. Él solamente pudo lanzar un último alarido de sufrimiento y al final se convirtió en una masa de polvo gris que tras quedar suspendida brevemente en el viento cayó sobre el suelo como suave orvallo de invierno.

 

-¡Listo! -dijo ella palmeando las manos para quitarse los restos del ex-Alcalde- Ahora mismo estoy con vosotros dos.

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