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diariodeunavampiresanovata

Y ¡hombre!, feo, feo, lo que se dice feo... ¡Eso era materialmente imposible! Porque es que ni aún resoplando cual ñu de maratón por la sabana, podía alguien decir que el Alcalde era feo... ¡Y menos que nadie el pelo-pincho-lamido! (que no ligaba ni forrado en billetes de 500€).

 

Sir Thomas era un prodigio de la naturaleza (vampírica, se entiende): bello y elegante. Con sus intensos ojos azules, su sonrisa aniñada rezumando peligro y una cara engañosamente juvenil en un torbellino de mechones rubios, ¡el regidor era atractivo hasta quitar la respiración!. No importaba que Titina le hubiese desarreglado muy poco cortésmente la ropa, ni que una brecha en la frente le estuviese regando de sangre la cara, ni que el sudor acabara por deshacer su cuidado peinado, el tío estaba más cachondo si cabe que todo emperelijado como habitualmente. ¡Guapo, guapo, guapo! Vamos, que me lo beneficiaba muerto de 3 días (y de unos cientos de años también) sin pensármelo dos veces.

 

-¡Ayyyyyyyyy!

 

A pesar de lo tontorrona que el subidón hormonal me había puesto, aquel suspiro no lo había emitido yo.

 

-¡Argggggggg!

 

En efecto, después de una breve recapitulación mental de lo visto, pero no mirado (porque mientras le dedicaba a Sir Thomas tan sublimes reflexiones la batalla había seguido curso) me percaté que durante mi ensimismamiento habían virado las tornas.

 

Al parecer, la caída sobre el tojal de Brigitte y su nueva situación de indefensión habían animado notablemente al Alcalde, que, crecido en confianza ya se veía a un paso de la victoria. Y supongo que será por eso y porque efectivamente como hombre (léase vampiro) metrosexual no podía rematar la faena de una manera burda y poco original, al regidor no se le ocurrió otra cosa que descargar sobre Titina una patada de martillo.

 

Firme y definida desde su inicio, la piernecilla adolescente de Sir Thomas se elevó meteóricamente sobre el cuerpo gimoteante de Titina recta, recta, recta cual caña de bambú. ¿Elegante?, ¡como pocas!. ¿Insuperable?, ¡digna de Chuck Norris!. ¿Perfecta?... ¡casi hasta el fin!, porque ya estaba descendiendo con la misma rabiosa velocidad con la que había ascendido cuando, justo antes de cascar el rubiteñido cabezolo de Brigitte, ésta puso fin a toda aquella plasticidad digna del cisne negro.

 

En un sólo microsegundo la vampiresa se recuperó de las magulladuras, rodó por el suelo cubierto de zarzas y detuvo el vuelo de la patada karateka, después de un ¡zas! ganador en toda la huevera del Alcalde. Tan rápido y tan fuerte debió de ser, que yo no vi la mano, sólo pude escuchar como cortaba el aire a su paso un microsegundo antes de que la pierna, en vez de precipitarse como un rayo batiendo la tierra, cayese vacilante cual triste hojilla mustia en pleno otoño... Así, como quien dice, sin ganas, vaya.

 

En eso fue cuando yo desperté de mi ensoñación.

 

-¡Ayyyyyyyy!...

 

El Alcalde parecía sensible a según que aproximaciones femeninas.

 

-Aaaarrrgggggggg...

 

Y en otras circunstancias hubiese tomado nota de ello. Sin embargo, después del intento de asesinato por su parte, yo había comenzado a sospechar que, aún con toda la evidente atracción sexual que había entre nosotros, quizás Sir Thomas no me amaba y quizás, en base a esto, lo mejor era que Brigitte le patease la entrepierna hasta que el muy hijo de la noche escupiese todo lo que me había bebido.

 

-¡Dale Brigitte!, ¡que ya lo tienes noqueado!

 

El Alcalde me lanzó una mirada asesina cargada de intenciones de las malas, pero no pudo moverse. El dolor testicular lo había congelado en posición de incontinencia urinaria y las manos estaban bien lejos de querer deshacer la formación "coquilla".

 

-¡Dale ahora!, ¡dale, que no se mueve!

 

Pero no hacía falta animar a Titina. La muy pija estaba desatada. Desde el aterrizaje entre zarzales se le había cambiado la expresión de la cara como si pretendiese cobrarse cada una de las carreras que ahora surcaban sus medias.

 

-¡Mira cómo me has dejado! -no estaba yo muy desencaminada- ¡¿Cómo pretendes que me presente así en el WoW?!

 

En el bosque se hizo el silencio. Por un lado Sir Thomas no podía hablar en vista de que sus testículos le debían de estar presionando la faringe y los demás no osábamos emitir sonido porque a Brigitte se la veía con el ansia de repartir más galletas que en un concurso japonés (o estadounidense, que si la cosa es de ser garrulos a ellos no los gana nadie).

 

 

 

 

Al fin el regidor reunió fuerzas para contestar.

 

-No te preocupes -jadeó mientras se retorcía sobre si mismo- No vas a tener que ir al WoW. Te mataré esta misma noche.

-¡Pues mátame, pero no me despeines! -contestó ella todavía más indignada con lo que acababa de escuchar- ¡Antes muerta que sencilla!. ¡Cómo se puede ser tan desconsiderado!.

 

Y diciendo esto se impulsó en vertical hasta alcanzar la rama de un pino con sus manos huesudas. En un sólo movimiento, apoyó uno de sus estilizados zapatos de aguja contra el tronco y con un veloz desplazamiento de peso se situó sobre el nudo.

 

-Pero ya estoy harta. -comenzó a farfullar para si mientras partía la rama sobre la que estaba posada- Estoy harta de las humillaciones, estoy harta de las burlas y estoy harta de los desprecios. Estoy harta de tener soportar un Alcalde que no valora mi inestimable aportación a la comunidad vampírica. ¡Porque yo soy más que una mente privilegia en una cara bonita!.

 

Acerca de eso habría mucho que decir, pero en vista de que acababa de descender a tierra firme preferí reservarme algunos comentarios.

 

-¡He aquí la esencia original del vampirismoooo!

 

¡Toma ya! Tremenda perorata se había largado Titina en un acceso de modestia, que si hubiese soltado algún que otro "yo tengo un sueño", hasta me hubiese creído que era negra. Sin embargo Sir Thomas no parecía impresionado con nada, antes bien, bastante recuperado del golpe bajo recibido. Tenía frente así a una vampiresa muy cabreada, con una estaca tamaño gigante en su poder y quizás, incluso más vieja que él, pero el tío se había enderezado tragándose su propio dolor y ahora estaba esperando a que ella lanzase el ataque final más tranquilo que si lo hubiesen rodeado Osos Amorosos.

 

Por fortuna éste no se hizo esperar.

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