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diariodeunavampiresanovata

-¡¡¡AHHHHHHHHHHHH!!!

 

Una alarido desgarrador rasgó el silencio nocturno y no, no provenía de la nenaza cobarde que tenía por mejor amigo. Fijé mis sentidos en el arbusto chillón (de ahí parecía surgir el grito) y enfilé el cañón de la enmarronadora hacia las ramas que se agitaban frente a mi. 1... respirar profundamente. 2... quitarle el seguro a la escopeta. 3... quedarme con el ojo pegado a la mira. 4...

 

-¡He perdido a la perra!, ¡he perdido a la perra!. ¡Estoy muerto!, ¡estoy realmente muerto!... ¡¡¡MARIPOSITAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

 

Enfundado en el traje, antes blanco nuclear, un desaliñado Tony Manero hizo su aparición estelar ante nosotros como si en lugar de saltar sobre la pista de baile acabase de caer en medio y medio de un estercolero porcino. Vamos, que se le quedó cara de medio memo nada más vernos.

 

-¿Dónde está la perra? -balbuceó ligeramente desorientado- La habéis escondido... -musitó casi para si- Devolvedme a Mariposita, devolvedme a Mariposita...

 

Tenía el pelo alborotado, los ojos inyectados en sangre y el rostro más pálido que la Vane el día que casi se queda pajarito a base vodka negro. Bajo la inspección de cualquier ojo no entrenado se le podría clasificar de ligeramente turbado, pero a través de mi 3º ojo (recién abierto gracias al propio Ervigio), pude percibir que el vampiro había loqueado del todo, o sea, que estaba majareta, chiflado, chaveta, completamente mal de la azotea. Fue por eso que mi intuición me mantuvo vigilando su desquiciado careto a través del teleobjetivo, dispuesta a volarle la cabeza si la situación lo exigía. Que tampoco es que eso lo fuese a matar (no me parece una buena idea acabar con el ser amado a base de balazos en el colodrillo), pero al menos el albondiguilla y yo tendríamos tiempo para huir mietras él se tranquilizaba recomponiendo las piezas de su cerebelo.

 

-¿Dónde tenéis al chihuahua? -insistió mientras avanzaba tambaleante hacia MacGyver- Necesito a esa perra maldita. ¡Mi vida está en juego!. ¿Dónde la habéis metido?

-Nosotros no la tenemos -respondió mi pelo-pincho-lamido al tiempo que reculaba buscando algo en los bolsillos de su cazadora- Es cierto que Mariposita pasó corriendo por aquí, pero no logramos capturarla. Salió disparada y la perdimos por entre aquellos matorrales.

-¡Mentira! ¡Me estás mintiendo! -bramó Ervigio- Mientes porque quieres usar a la perra para chantajear a Titina. Pero yo no me trago esa historia. ¡Dadme a la perra!

-Te juro que...

-¡Qué me deis a la perra!

-... ella no está aquí, pero si sigues esos "Kleenex"...

-¡Dádmela!

 

Mi otrora adorable murcielaguito (ahora chupasangres inestable), tal vez por la falta continuada de alimentación sanguínea, estaba totalmente fuera de si, incapaz de razonar o siquiera ya de escuchar lo que el albondiguilla trataba de decirle. Su rostro reflejaba la misma obcecación que mi padre cuando discute un penalty al Madrid y su voz chirriante iba "en crescendo" en la escala de agudos. Cuando mi sensibles oídos me lo indicaron a través de una ligera dentera, apreté con fuerza la empuñadura a mi hombro y me preparé para entrar en acción, no fuera a ser que Ervigio estuviese definitivamente loco de atar.

 

-¡Dádmela, dádmela!

-¡Qué no la tenemos nosotros, joder!

-¡DÁDMELAAAAA!

 

En un rápido movimiento (aún así más digno de la troupe de abuelas que arrasan el mercadillo los jueves que de un vampiro hecho y derecho) Ervigio se abalanzó sobre el Jonhy para comenzar a sacudirlo por las solapas del abrigo, de atrás a adelante, de atrás a adelante, con tanto ahínco que los ojos de MacGyver parecían salirse de las órbitas mientras me miraba con pánico.

 

-No... es...tá a...quí...

-¡Dádmela, dádmela! -pesado el tío era un rato largo,... sordo también.

 

Así y todo reconzco que estuve tentada a bajar la escopeta un momento y ver cuanto tiempo tardaba mi pelo-pincho-lamido con tanto meneo en dejar de ser pincho y lamido. Sin embargo, ¡no!, me mantuve al pie del cañón (de la Enmarronadora se entiende) y en vista de que el albondiguilla había comenzado aplicarse en la ardua tarea de zafarse del plomazo de mi novio traté de discenir quien era quien en aquél amasijo de manos, cabezas, "shin kicking", giros, abrazos mortales y... vuelta de nuevo a las manos.

 

Se lo había visto hacer a mi padre un millón de veces: localizar la tórtola entre la maleza, seguirla con la mirada en su vuelo y finalmente alcanzarla con un tiro certero. Incluso lo había intentando en un par de ocasiones (con escaso éxito, para ser sinceros), pero ahora tenía la ventaja del tamaño de la presa (que piltrafilla y todo era mucho más fácil de atinar que un escuálido pichón) y lo llamativo del plumaje (blanco fosforescente, lo último en accesorios vampíricos para leer dentro del ataúd). En fin, que no podía fallar. Aún así, tuve la precaución de no apuntar directamente al entrecejo porque, a pesar de llevar toda la noche con ganas de volarle la tapa de los sesos a Ervigio, la cabeza despeinada de mi albondiguilla se paseaba con demasiada frecuencia ante el punto de mira y una equivocación de ese calibre no se arregla con un poco de cinta americana sobre el agujero y ¡andando!.

 

O sea que tras un breve momento de indecisión, resolví que ya que el estado de salud de mi novio-vampiro no era precisamente para echar cohetes me bastaría con orientar mi atención en su tierno culo de murcielaguito (¡aing, omá que rico!) y dejárselo como un colador para que se entretuviese cagando plomo mientras nosotros desaparecíamos cagando leches.

 

Ahora tocaba seguir la escena con concentración.

 

Culo de Ervigio. Culo del albondiguilla. Culo de Ervigio. Culo del albondiguilla. Culo de Ervigio. Culo del albondiguilla... Culo de Ervigio... Culo de Ervigio. Culo de Ervigio. Culo de Ervigio. ¡OBJETIVO A TIRO! Culo de Ervigio. Culo de Ervigio. ¡FUEGO!. Culo del albondiguilla.

 

-¡¡¡¡¡oooooOOOOOOOOOAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRRGGGGGGGG!!!!!

 

Mayday, mayday, mayday. Culo del albondiguilla alcanzado, repito, ¡culo del albondiguilla alcanzado!

 

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