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diariodeunavampiresanovata

Ervigio, donde quiera que se encontrase en ese momento, podía considerarse afortunado de no estar frente a mi, porque una furia muy humana, nada sobrenatural, me tenía recalentada la sesera hasta el punto de querer llevármelo por delante a pesar de ser él mi creador y único mentor... ¡que menuda suerte la mía!. Sin embargo ahora no era el momento ni para recrearme en la desgracia ni para deleitarme con las distintas torturas que planeaba infligirle a esa estúpida rata voladora en cuanto cayese en mis manos. Desde la planta baja un rítmico "tam-tam" había llamado la atención de mi agudizado oído de muerciélago, recordándome que en breves momentos debía enfretar a mi abuela y partirle el corazón que latía tan dulcemente.

-Me voy, abu -comuniqué mientras bajaba las escaleras concentrada en no parecer iracunda- Me voy a Nueva York.

El tam-tam frenó en seco y mi abuela, que estaba arreándole zapatillazos al televisor tratando de que cambiase de canal (así de entrañable es la anciana), desvió la vista del aparato para analizar mi aspecto con detenimiento, sorprendida a medias entre lo que acababa de oír y el espantajo que se le había plantado delante.

-Pero, pero... ¿todo eso no estaba olvidado? -consiguió articular al fin- Es una locura que te marches tan precipitadamente. Menos cuando es obvio que aún no estás repuesta de lo tuyo.
-Me encuentro algo mal porque llevo un día entero sin comer.

Una verdad como un templo. Si ella se hubiese preocupado por subirle la comida a su nieta, todavía convaleciente, en algún momento de las 24 horas pasadas, podría haber evitado su fatídica sólo-un-poco-muerte. Sin embargo, por alguna extraña razón había pasado completamente de mi, igualito que si yo fuese la tía Pepi, y ahora me veía abocada a pasearme con pinta de cadáver purulento para el resto de mi vida... ¡Y sin poder zamparme un tierno donuts para compensar!.

-Es que ayer me crucé con tu amigo, Ervigio, y me pidió que no te molestase hasta esta noche -menuda justificación más idiota.
-¿Y tú siempre haces lo que te dicen mis amigos?.

La yaya pareció dudar mientras se calzaba la zapatilla.

-No sé... Supongo que no... Pero éste me miró a los ojos fijamente y parecía tan sincero, que me convenció.

Así que había sido eso. Antes de abandonar la casa, mi inteligentísimo hacedor había logrado hipnotizar a mi abuela para que no interrumpiese en ningún momento la trasformación. Ésa era la razón por la cual ella no se había subido al cuarto a averiguar qué rayos estaba haciendo yo encerrada un día entero. ¡Perfecto! La primera cosa inteligente que se le ocurre al chupasangres más pánfilo sobre la faz de la tierra y tiene que ver precisamente con mi transformación.

-Está bien, abuela -mi yaya era la más inocente en ése asunto- El estómago me anda algo revuelto y no es que haya tenido mucha hambre -por fortuna en aquel momento tampoco- Pero es hora de partir. Debo coger un avión hacia Nueva York.
-Para firmar el contrato con el dueño del Universo, ¿verdad?.
-Exactamente. Pero no quiero que avises a nadie hasta mañana por la noche. Ni siquiera a papá y mamá. Tratarían de impedir que me fuese y esto es muy importante para mi.

Por la cara de determinación de mi yaya intuí que, aunque se lo suplicase en nombre del recuerdo de su difunto esposo, ella haría lo que le pareciese más conveniente, o sea, llamar inmediantamente a mis padres. Así que la estrategia de Ervigio me pareció una solución muy apropiada.

-Abuela -me aproximé a ella mirándola intensamente a los ojos- Abuela, no quieeeeeerro que aviiiiiiiiiises a naaaaaaadie hasta mañaaaaaaaana por la nooooooooooche.¿De acuerdooooooo?
-Vale, hija -asintió ella como quien oye llover- Entonces, ¿qué?, ¿te preparo un caldito de pollo para que te asiente el estómago?

Era obvio que el intento había resultado inútil. Mi inepto padre vampírico no había tenido la maña o quizás las fuerzas para crear una chupasangres en plenitud de facultades. O tal vez el problema radicaba en mi y en que desconocía como usarlas... entre otras razones, porque mi inepto padre vampírico se había ido antes de poder explicármelas.

-No, abu, debo zarpar rumbo a una nueva vida -la ocasión se merecía una frase dramática de telenovela- No trates de detenerme.

A grandes zancadas me dirigí hacia la entrada principal, con el mismo apuro que si me hubiese tomado medio litro de café y llevase cinco horas sin evacuar. Ya me daba igual que mi yaya llamase a mis padres tan pronto me cruzase el jardín, yo necesitaba salir de aquellas cuatro paredes, necesitaba quitarme de encima aquella opresión que me agobiaba cada vez más.

 



-Me voy -zanjé girando la manilla- Me voy.
-¿Sin maleta? -preguntó mi abuela poniendo su huesuda mano sobre la puerta.
-Sí, sí -¡mierda!, con las prisas había olvidado la bolsa arriba- La discográfica me dará lo que necesite.
-Pero, ¿llevas dinero? -insistió tratando de retrasarme.
-Sí, sí -en realidad, no más que lo justo para la noche de Reyes- Además, Universal carga con todos los gastos.
-¿Y no esperas a que el Jonhy venga a buscarte?.

Ahí había metido el dedo en la llaga. Mi dulce MacGyver debía quedar atrás. Pero no porque no pudiese vivir junto a él una tierna historia de amor humano-chupasangres (a ojos vista, se derretía por mis huesos, medio-muertos o no), sino porque resultaba demasiado peligroso que continuase a mi lado, ahora que me había transformado en una máquina de matar sin control y sin manual de instrucciones y... más fea que pegarle a un padre con un calcetín sudado. Mientras, él seguiría con sus preciosísimos ojos azul eléctrico, crecería (porque aún está en edad para un último estirón), adelgazaría (la Jessi mantendría su formato ballenato para los restos) y le saldría una barbita la mar de interesante (y yo con pelos en las piernas de serie, a no ser que exista una depilación la láser para vampiresas desesperadas).

-Me voy sola.
-¿Y no...?
-No.

No dejé que mi abuela siguiera haciendo tiempo conmigo. Las dos sabíamos que aquel juego era vano cuando una joven madura y decidida se ha marcado un objetivo. Tiré de la pomo y salté al exterior para que una bocanada de aire frío entrase en mis pulmones y saliese de ellos, por pura rutina, sin más utilidad que la de confirmarme que estaba a cielo raso.

Mi cuerpo se llenó entonces de una extraña y liberadora sensación de bienestar.

-¿Por qué...?. -musité asombrada.

Con un sospecha creciendo en mi interior, retrocedí incrédula un paso hacia la puerta. Sin embargo una barrera invisible me detuvo justo en el umbral, confirmándome la verdadera causa de tanta urgencia por escapar de casa. ¡No había sido invitada!.

-¿Te ocurre algo, Jessi? -indagó mi abuela esperanzada- ¿Ya no te vas?.
-Sí. Sí que me voy, abu, me están esperando. Pero cuando me haya adaptado a esta nueva vida,... de super estrella y todo eso, volveré.
-Entonces, mucha suerte, hija, ¡y que Dios te bendiga!.

Un calambre dolorosísimo me atravasó el cuerpo como un rayo, de la cabeza a los pies, quemándome igual que fuego vigo y erizando, a su paso, todos los pelos de mi cuerpo (que gracias al albondiguilla, no eran pocos).

-¡AYYY!... -gemí dejando a mi yaya medio confusa- A... a... Hay que regar más las plantas, ¿eh?.

Y, sin otro intercambio de palabras, alejé mi cuerpo dolorido por el sendero de los camelios con una nueva nota mental acerca de los vampiros: No le caemos bien a Dios.



4 comentarios

Jessi -

Estimada Rubi:

Muchísimas gracias por tu interés y disculpa por la tardanza.

Sé que me he demorado un poco en escribir, pero no te extrañarás si te confieso que, en estos momentos de profunda transición en mi vida (ser una vampiresa novata no es sencillo), hay veces en que no encuentro el tiempo necesario para ponerme ante el teclado.

De todas formas, no quiero que ninguno de vosotros, sensibles Siervos de la Noche, penséis que os olvido ni por un instante. Poder descargar con otras almas delicadas mis problemas es una de las pocas alegrías que me quedan de mi antigua vida humana (ahora que no he de volver a catar jamás un delicioso donuts glaseado).

Así que espero que mi último post haya satisfecho tu curiosidad y que, a pesar del retraso, me sigas dando tu apoyo en estos instantes tan difíciles para mi.

La Jessi.

rubi -

Jessi cuando sigues estoy muy intrigada

Necesito saber que va a paso
porfavor!!!! escribenos

Jessi -

Síp, mi querida Sierva de la Noche, yo todavía lo estoy flipando.

Ahora que (a ti te lo puedo confesar) ya le estaba cogiendo gusto a esto de darme filetazos con el Jonhy y que, bueno, en realidad no me parecía tan mala la idea de salir con él, va y se me presenta la apestosa rata voladora, con sus ansias mesiánicas, dispuesto a salvarme...

Que es que ¿¡te lo puedes creer!? Al final me ha convertido en vampiresa, ¡de las de verdad!,... pero en feo. Que también es mala suerte. Ya que mi nuevo régimen dietético me aleja ligeramente del albondiguilla, al menos estar suficientemente cachonda como para merecer llamarme vampiresa, de ésas que se benefician a los buenorros sin despeinarse siquiera.

En fin, que no te quiero llorar más mis penas, estimada Sara, sólo decirte que agradezco mucho tu apoyo en estos momentos tan duros.

La Jessi (vampiresa, fea, peluda y sin poderes)

Sara -

No se que decir, me has dejado anonadada, no me esperaba que el "capullo integral" hiciera algo bien...

¿Y tu albondiguilla? snif snif, no puedes dejarlo asi como asi.

En espera de mas noticias tuyas se despide tu Sierva de la Noche Sara.