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diariodeunavampiresanovata

La que hablaba era la mujer que me había dado la vida, la misma que ahora asumía el rol de madre  de la artista y ya se veía negociando las condiciones del contrato en un mano a mano con el propio Universo (cosa que de llegar a darse no podía traer nada bueno... un cataclismo mundial, la destrucción del planeta, tal vez).

-Pero mamáaaaaaaaa... -había que centrarse en suplicar.
-No.
-Déjame iiiiiiiiiir...
-No.
-Mamiiiiiiiiiiiiii...
-No.
-Es que todos los demás puedeeeeen.
-Pues tú no.
-¿Por quéeeeee?.
-Porque no.

Esto es lo que tiene la infalibilidad pontificia que resulta muy difícil de rebatir. Porque ¿qué se le responde a una madre cuando se te pone a hablar ex cátedra?.

-Pues hoy no como -el plan Gandhi- No pienso comer ni hoy ni nunca. Hasta que me permitáis ir.
-Ja, eso quiero verlo yo -murmuró la Pepi sin que nadie le hubiese dado vela en ese entierro.
-Me pongo en huelga de hambre... -continué ignorando el comentario- … y si muero será vuestra culpa.

Lo cual no era falso del todo, porque si yo no lograba salir de aquella casa antes de que el Sol se pusiese ya podía darme por muerta y bien muerta, vamos, que ni siquiera un poquito no-muerta.

Afortunadamente, tanta anorexia por la tele y tanto niñito africano desnutrido, habían calado en las entendederas de mi abuela, que si ya estaba habitualmente preocupada por el palillo de mi prima Susi (aunque la muy bruja tragase como un 911 carrera), después de mi amenaza, se debía de imaginar que en un par de horas su otra nieta también acabaría en los huesos, arrastrándose por las esquinas, desfallecida de hambre.

-De eso nada, cariño, tú no vas a pasar un día sin probar bocado y menos después de la desgracia de anoche -¡ésa era mi abu!- Vamos a disfrutar de un Primero de Año tranquilo y cuando todos hayamos comido, llamamos a ese hombre con el que vais a firmar el trato para que nos explique con detalle cómo es esto de la grabación del disco. Ahora -añadió clavando en mi madre sus ojos de suegra inflexible- vamos a celebrar todos esta buena noticia.

Por supuesto, nadie rechistó. Si había alguien que podía con una mamá en modo Vaticano ésa era una súper abuela en modo “porque yo lo valgo”. Y es que la Sra. Lola parecía a simple vista un saco de endebles ramitas secas, pero en el fondo era más dura que el Tito MC de Sevilla City. Yiah!

De su mano (la de mi abu, se entiende) la comida transcurrió de una forma amena y controlada y yo la soboreé con total tranquilidad. Me encontraba confiada en que todo se arreglaría en cuanto mi pelo-pincho-lamido se dejase caer para la sobremesa porque nadie conocía mejor que él la razón por la cual era necesario ir a grabar un disco a Nueva York precisamente el 1 de Enero. Y además, MacGyver poseía el don de explicarlo de una forma tan lógica y razonada que seguramente todos acabaríamos preguntándonos cómo alguien podía tener la peregrina idea de hacerlo en cualquier otra fecha del calendario.

En fin, que para qué negarlo, me relajé. Pero no fui la única. Al sentarnos a la mesa, mi yaya había anticipado que aquella tarde celebraríamos el éxito de las Ratas de Medianoche ¡y vaya que si lo hicimos!. Las bajas ascendieron a 6 botellas de vino, 4 de champán y 2 de Oporto. Con lo que, teniendo en cuenta que como menores que no sabemos beber, los adultos “responsables” sólo nos las habían dejado catar, no os sorprenderéis si os digo que cuando el Jonhy entró por la puerta, mis padres estaban dándome lecciones de canto a base de versiones de ABBA (coreografía incluida), mi tía le había robado por trigésimo séptima vez la nariz a mi pobre prima y mi abuela y Tury bailaban boleros mejilla con mejilla por todo el salón.

-¿Estás lista? -me preguntó mi pelo-pincho-lamido ligeramente desconcertado ante tanta sobria “responsabilidad”- ¿Tienes todo preparado?.
-Casi...
-¿Qué te falta?

Pues no os lo creeréis, Siervos de la Noche, pero noté como Jonhdalf fruncía su morro tal que estuviese venteando problemas. Y bueno, sé que hasta ese momento habíamos tenido que salvar obstáculos variados y que en realidad teníamos otro a la vista, pero ésas no eran razones suficientes (o al menos no debían serlo) para que mi fiel ayudante comenzase a desconfiar de mi. ¡Menos después del rumbo que había tomado nuestra relación en las últimas horas! Porque, aviso para navegantes nocturnos, jamás, jamás, jamás, se pone en duda la palabra de una novia (o lo que quiera que pensase el albondiguilla que era yo en ese momento).

-No me falta na’. Sólo un detalle minúsculo, sin importancia...
-¿Detalle?
-En 10 minutos estoy lista.

De nuevo percibí inseguridad en MacGyver y ya me lo veía venir con una batería de preguntas a lo interrogatorio de la Gestapo, cuando mi abuela, para bien o para mal, nos tomó como objetivo en su subidón de Oporto.

-Tan-tán tarará tan-tán tarará,... hip... New York, New York... - su beodez le había inspirado la genial ocurrencia de versionar a “La Voz”.
-Buenas tardes, Sra. Lola.
-¡New York, New York! ¡Hip!...  Tan-tán tarará tan-tán tarará...

Ignorando el saludo, ella continuó bailado como una peonza a nuestro alrededor mientras enarcaba las cejas en dirección del Jonhy segura de que él comprendía que significaba todo aquello.

- ¡New York, New York! … Tan-tán tarará tan-tán tarará... ¡Hip! ¡¡¡NEW YORK, NEW YOOOOOORRRRRK!!!

Y lo peor del asunto no era ni que mi yaya estuviese dejando sordo a Tury a base de cantar a la oreja del pobre infeliz, ni que aquellos gallos desesperados hubiesen sacado a Sinatra de su eterno sueño y ahora el desdichado se revolviese en la tumba buscando la manilla del ataúd. No, lo peor del asunto era que mi abuela, ejecutando la peor versión de la historia de esta canción (y digo ejecutando en el sentido más fúnebre de la palabra), iba confirmarle a mi albondiguilla que yo la había vuelto liar.



-¡Vete! -le urgí a Jonhdalf- ¡Vete y espérame en la estación de autobuses! -al final sus padres no nos prestaban el kk-móvil- Yo me reuniré contigo en seguida.

Su naricilla se arrugó de nuevo presintiendo problemas y como parecía que se negaba a acatar mis órdenes tiré de recurso fácil y le estampé un beso... Más que nada para aturullar.

-De aquí no me muevo hasta que me expliques qué está pasando -por lo visto el beso no había sido tan espectacular.
-Nada. No pasa nada.

New York, New York...

-Jessi...
-Sí, Jonhy.

Tan-tán tarará tan-tán tarará...New Yooouuuoooork...

-¿Por qué no puedes venirte ahora mismo? -New Yoooork...-¿Qué has hecho, Jessi?

Argggggg... ¡Dios!, ¡qué difícil resulta pensar una excusa convincente cuando tu abuela te taladra el oído con Sinatra!.

Empujé a Jonhdalf hacia el porche y entrecerré la puerta a mis espaldas.

-Les conté que nos íbamos esta noche, -susurré para evitar ser escuchada- pero mi madre no me deja que nos vayamos juntos.  A pesar de lo bien que le caes, cree que es demasiado precipitado, sobre todo después de haber perdido la criatura ayer mismo.

Los ojos de mi albondiguilla se pusieron en blanco, pero por su expresión deduje que la bola estaba entrando la mar de bien.

- La única solución es que me escape a hurtadillas, pero tú tienes que esfumarte de aquí si no queremos levantar sospechas.

Mi pelo-pincho-lamido pareció dudar un momento y yo aproveché ese instante de debilidad para doblegar de una vez por todas su resistencia.

-¡Ve! -insistí sacudiendo una mano en su dirección mientras con la otra iba cerrando la puerta discretamente en su jeta- ¡Ve! En cuanto se despisten, les daré esquinazo y te alcanzaré en la estación.
-Pero...

Otro morreo, esta vez efectuado con suma maestría, le perturbó el entendimiento y finalmente cedió a mi voluntad. Se giró lentamente, bajó las escaleras del porche con una sonrisa bobalicona (así de bien besa una) y recorrió el paseo de camelios del jardín de mi abuela con un andar ensimismado.

-No tardes.
-No lo haré.

Sin embargo, aunque yo también deseaba creer que todo iba suceder con suma sencillez, en el fondo de mi corazón sabía que le estaba mintiendo.

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