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diariodeunavampiresanovata

En un principio sentí como dos punzadas agudas se me clavaban en mi cuello para después quedarse hurgando en la carne unos segundos hasta dar con lo que estaban buscando. Entonces se hundieron con fuerza y noté un pequeño reventón en mi interior. Ésta fue la señal para que Sir Thomas, cual garrapata campestre, atenazase sus mandíbulas entorno a mi maltrecho pescuezo comenzando una serie de chupetones demasiado pasionales para mi inocente cuerpecito.

 

El dolor se hizo insoportable (y eso que como mujer que soy estoy preparada para el tormento de evacuar un elemento de 3Kg de masa por un agujero tamaño cerrojo de caja fuerte).

 

Mi cerebro se negó a darse por vencido ante la muerte así que en la búsqueda de algo que me sirviese de defensa me retorcí inútilmente en la presa férrea que el Alcalde ejercía sobre mi. Definitivamente estaba a su merced, sólo me restaba chillar como una loca y esperar a que alguien me rescatase de sus zarpas. Traté de gritar, pero no pude. La presión en el gaznate apenas me dejaba repirar con lo que el vano intento de pedir ayuda se quedó en un triste “arrgggggggg” a cuyo lado las psicofonías de Jiménez del Oso parecerían un guateque de fantasmas.

 

Los ojos comenzaron a cerrárseme lentamente mientras mis pensamientos se hacía cada vez más confusos, como una maraña de ideas carentes sentido, enlazadas de una forma más ilógica todavía. Intuí que me encontraba a un paso de la inconsciencia.

 

“Si muero ahora se me contará como víctima de violencia de género... Género... ¿qué género?... Género Emo-punk, por supuesto... Emo, que no memo. Para no-memo el Jonhy que huyó para salvar su vida como una rata en el Titanic. Aunque al hundirse el barco seguro que alguna que otra rata también moriría... ¿Y si envenenas a un ratón?, ¿también es violencia de genero... ratonil?”.

 

De repente algo logró captar mi atención deteniendo bruscamente aquella espiral de estupideces. A lo lejos, entre la penumbra nocturna que envolvía los árboles, una sombra se escurrió de forma tan rápida que por un momento creí que mi mente me estaba jugando una mala pasada. Mientras, el Alcalde continuaba con sus impetuosas succiones ajeno al misterio, pero yo intuía que mi salvación se hallaba detrás de aquella fantasmagórica figura que aparecía y desaparecía una y otra vez, una y otra vez. Deslizándose sigilosamente de un pino a otro. Acercándose poco a poco sin producir el más mínimo ruido.

 

Súbitamente el vampiro me zapateó con violencia entre unos matorrales y con un giro que sólo mi cerebro llegó a conjeturar se volteó para apresar con su pulcra mano de jovencito centenario el cuello de la sombra enigmática.

 

-Brígida -dijo él como si acabasen de encontrarse para tomar el té- Tú por aquí.

-Ya ves -contestó ella devolviéndole el agarre gutural- Escuché ruido y no pude evitar sumarme “to the party”.

 

El ulular del viento se hizo dueño de la situación en tanto que los chupasangres, como dos estatuas de mármol, medían sus fuerzas sosteniéndose la mirada.

 

-Aquí sobras -añadió el Alcalde lo que sonaba a amenaza velada- Sería menos peligroso para ti volver al WoW y esperarme allí.

-Tú siempre “so cute, darling”, pero no hace falta que te preocupes por mi. Prefiero hacerte compañía.

 

De nuevo sus gélidos ojos volvieron a ser su único canal de comunicación.

 

-¿De veras quieres morir por una humana? -y esta vez percibí como los dedos de Sir Thomas se cerraban en torno al cuello de la vampiresa rubi-teñida- ¿Merece la pena?.

-¿Por ella? -contestó Brigitte sonriendo con desprecio- Consíderalo como una convocatoria oficial de elecciones municipales.

 

En el impertubable rostro del Alcalde centelleó una idea que pareció enfurecerlo.

 

-¡¡¡¡¡GroooooooOOOOOOOAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRGGGGGGG!!!!!

 

Un rugido furibundo resquebrajó la aparente quietud de la noche y pude intuir, a pesar de su rapidez de movimientos, que el regidor se abalanzaba sobre la jefa de mi ex, arrollándola hasta estamparla contra un árbol, igual que a un mosquito molesto que hay que aplastar.

 

-¡¡¡¡¡GroooooooOOOOOOOAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRGGGGGGG!!!!!

-respondió ella tras reponerse del primer impacto.

 

Sin dejar de gruñir, mi salvadora (por ahora era lo que más se parecía a una) apartó de tal manotazo a Sir Thomas que éste se tuvo que asir a la rama de un pino cercano para evitar ser catapultado fuera del país. Acto seguido, aprovechando la inercia del golpe con una grácil acrobacia, el chupasangres se puso de pie sobre la misma rama para lanzarle miradas fulminantes a la rebelde como si estuviese encaramado al ring de una pelea de lucha libre. Entonces ambos volvieron a calibrar a su oponente mientras persistían en un continuo ronroneo intimidatorio.

 

 

 

Entre tanto, a mis espaldas, un inesperado murmullo de hojas secas me sacaba del atontamiento causado por la pérdida de sangre y el bizarro espectáculo que estaba presenciando.

 

-¿Cómo te encuentras?

 

¡Era el Jonhy!, ¡EL JONHY!. Increíble pero cierto. Era el Jonhy que había regresado a mi lado en aquellas aciagas circunstancias. Era el Jonhy que venía a sacarme de allí cagando leches. Era el Jonhy, el desgraciado del Jonhy que me había abandonado a mi suerte hacia escasos minutos.

 

-¡Capullo!

-¡Vaya! Veo que te encuentras mejor de lo que aparentas.

 

Interesante apreciación, ¿tan mal se me veía?. Traté de adecentar el vestido y atusarme el pelo, pero si un poco de saliva no logra arreglar un moño, mucho menos sirve como quitamanchas de sangre.

 

-Estas preciosa -eso siempre- ¡Anda!, ponte en pie que nos tenemos que ir.

 

Y lo intenté, de veras que lo intenté, puse todas mis fuerzas en ello, pero tan pronto como traté de incorporarme, la cabeza empezó a darme vueltas, un zumbido me atolondró el entendimiento y las piernas comenzaron a temblarme igual que cuerdas en una guitarra. Al fin, cedieron a mi peso, incapaces de mantenerme erguida y me vi nuevamente con el culo en el suelo.

 

-No... No..., no puedo...

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