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diariodeunavampiresanovata

Mal, mal, mal, mal... La cosa la pintaban así como los cuadros abstractos, MAL. En apenas unas escasas horas, amigos de hágalo usted mismo, habíamos obtenido de forma fácil y económica una escena de caza digna de la mejor sala del Guggenheim. Vamos, que tras aquellos Frush-frush desesperados había resurgido la fugitiva más buscada al otro lado del cementerio: Mariposita.

 

Fresca y lozana (todo lo que un bicho con más de 3 días muerto puede estar), la muy perra había regresado... y yo no tenía claro si eso era un motivo de alegría o no. Porque una es muy amante de los animales y todo ese rollo bio-eco-bifidus-antiestreñimiento (incluso cuando persigue a escobazos a un ratón común), pero el regreso de Mariposita tenía unas implicaciones difíciles de obviar: si ella estaba allí, ¿qué iba a impedir al resto de vampiros de dos patas localizar nuestro rastro?

 

El Jonhy ahogó un grito de asombro. Estaba sentado a horcajadas sobre Ervigio, con una cuerda suspendida en una mano, la estaca en la otra y el culo mirando a la Meca (que más o menos venía a hallarse en la misma dirección que el arbusto por donde había reaparecido Mariposita), cuando la foragida se plantó entre nosotros ignorándonos con más bien cara de pocos amigos mientras olisqueaba ensimismada las corrientes de aire que le acariciaban su malévola cabecita de rata.

 

Se mascaba la tragedia y el tiempo pareció detenerse... Sin embargo, detenido y todo, no nos fue suficiente.

 

Estoy segura que de haber contado con apenas un par de segundos más, el Jonhy hubiese puesto pies en polvorosa, bala en el culo incluida, al grito de "¡maricón el último!". Lamentablemente (para el albondiguilla, se entiende) en lo que mi mente barajaba cien formas distintas de recuperar a nuestro pasaporte hacia la libertad, el chucho ya había localizado su objetivo y estaba poniendo en marcha sus propios planes.

 

No se hicieron prisioneros. Fue una batalla sangrienta (eso sin duda) y desigual. La vamperra se lanzó a por las posaderas de MacGyver completamente enajenada, como si de las de Justin Bieber se tratasen. Sonriendo tan desesesperada, mostrando hasta último molar de su diminuta boca, con los ojos desorbitados y la respiración acelerada, que de no ser por los colmillos desplegados hasta juraría que le iba a pedir un autógrafo. Pero no fue así, ¡por Dios!, a mi pelo-pincho-lamido le queda mucho para parecerse a Justin Bieber (p.ej. resolver el cubo de Rubik sin tener que quitar y poner una a una todas las pegatinas de colores) y Mariposita lo sabía.

 

 

A apenas un metro escaso de su víctima, que todavía se mantenía en posición orante sobre Ervigio, la muy víbora semidesencajó la mandíbula y después de echar la cabeza ligeramente hacia atrás, le hincó los dientes en la herida de bala como si estuviese comiendo una chuletita de lo más tierna y jugosa.

 

-¡¡¡OOOOOAAAAAAOOOOOOAAAAAAOOOOAAAAAAAAA!!!

 

¡Venga!, ¡vamos!, ¡otro alarido más!. ¿Pero es que hay alguien que todavía no sepa donde estamos? ¿Por qué no ponemos un neón para que no se pierdan los despistados?

 

El mago Jonhdalf pasaba de eso. Él estaba muy concentrado gritando al tiempo que meneaba las caderas tratando de sacudirse a la perra, ahora agarrada a su culo con la misma beneplácita beatitud que un bebé al pecho de su madre.

 

-¡Quítamela de encima!, ¡quítamela de encima!

 

¿Y cómo pretendía que lo hiciese si había comenzado a correr en círculos aullando como una locomotora? Si dejase de moverse aún podría intentarlo, pero con tanto aspaviento y tanto dar vueltas entre tojos y zarzales era difícil acercarse siquiera al Jonhy, ¡como para intentar separar a la perra de su culo!, adherida a éste con más fuerza que una novia de Briatore a un fajo de billetes.

 

Apoyé el rifle en el suelo para armarme de paciencia y seguí la escena con resignación. Corre, corre, corre para aquí... Ouououououuu... Corre, corre, corre para allá... Ouououououuu... Corre, corre, corre de vuelta al primer sitio. Ahora chillo, ahora agito el pompis, ahora trato de tirar por la perra, ahora gimo de dolooooooooooor y vuelta a correr...

 

Vamos, que ya estaba yo toda alucinada con el espectáculo del albondiguilla (¡que ni Mick Jagger de coca hasta las cejas!), cuando decidí que, a pesar del riesgo, lo mejor era liarme a balazos para quitarle a Mariposita de encima. Al fin y al cabo, la vamperra después de su dósis de sangre correspondiente estaría tan no-muertita y coleante como siempre y, en cuanto a nosotros, o el pelo-pincho-lamido dejaba de gañir como un perro o no tardaríamos mucho en ser el primer plato de una fiesta gastronómico-vampírica.

 

Alcé el rifle con lentitud, súper-concentrada, y en filé el punto de mira hacia el cuerpecito del chihuahua. Esta vez no iba a fallar.

 

-¡Quédate quieto un momento! -le ordené al Jonhy que seguía con su particular danza de la lluvia- Te voy a liberar de tu sufrimiento.

 

Y quieto se quedó, tal que una estatua de mármol. ¡Absolutamente petrificado! Con los ojos desorbitados cual platos soperos y la barbilla descolgada hasta el cuello. ¡Tenía el gesto completamente congelado! Y ya le iba yo a volar a Mariposita de su trasero (¡tan bien que la tenía en medio y medio del punto de mira!), cuando de repente MacGyver parpadeó, dio un boté en el sitio y salió disparado por entre unos matorrales perdiéndose de mi vista con la perra todavía enganchada en el culo y sin decir siquiera esta boca es mía.

 

-Ehhhhhhhhh...

 

Eso fue lo único que logré pronunciar yo, porque aún estaba procesando qué carajo acaba de pasar cuando un Tury desesparadamente enamorado apareció por el matojo del que había brotado la chihuahua y se esfumó por el que unos segundos atrás había engullido al Jonhy y a su amada perra vampira.

 

-¡Pero bueno! -grité furiosa con que todos se escaqueasen en los momentos clave - ¿Pero esto qué es?. ¿Qué se cree todo el mundo?, ¿que voy a consentir que me traten como un trapo viejo?, ¿como un alfombra a la que pisotear y tirar cuando ya no sirve para nada?, ¿como una colilla que se consume, se lanza sobre el cenicero y se aplasta para dejarla bien seca?, ¿como un miserable cebo para vampiros cabreados?. ¡No, no, no!. Esto NO va a quedar así. Desde luego que ESTO NO va a quedar así.

 

Y ya me estaba colgando la Enmarronadora al hombro dispuesta a solucionar aquel asuntillo cuando mis ojos se toparon con la asustada mirada de Ervigio, que atado y todo había logrado levantarse del suelo y tenía medio cuerpo metido en un zarzal.

 

-Tú no pensarías irte a ningún lado, ¿verdad?

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