Un gruñido gutural salido del gaznate del regidor retumbó en la paredes y nuestro pulcró chupasangres inició entonces un estético “triple-mortal-carpado-hacia-adelante” (podía haberse arrojado vulgarmente sobre nosotros, pero hubiese resultado demasiado working-class).
“Corre”, pensé tratando de arrastrar mis pies lejos aquella pesadilla. Sin embargo los músculos petrificados de mi cuerpo sólo me permitían observar a cámara lenta la trayectoría parábolica del alcalde.
Tras él, las vampiresas porteadoras y el grueso de no-muertos de la jet estaban definitivamente descompuestos. Tenían sus chepas arqueadas cual marujas frente a un cajón de ropa al 80% y jadeaban esperando la primera gota de sangre vertida por Sir Thomas para así poder abalazarse sobre su tajada correspondiente.
-Noooooooooo, noooooooooo -escuché el angustioso alarido de Brigitte- ¡¡¡¡¡Cuidado con MARIPOSITAAAAAAAAAAAAA!!!!!
Entonces, surgida de la nada y también en modo bala de Matrix, una flecha rubia se elevó sobre las cabezas bañadas en gomina y los sombreros-seta, empujó a las auxiliares del aseo, lanzó por el aire la bandeja con el agua y el jabón, y se engachó firmemente a los pantalones del alcalde hasta placarlo en pleno vuelo.
-¡¡¡MARIPOSITAAAAAAAAAAAAA!!! -seguía aullando mientras los dos chocaban estrepitósamente contra el suelo resquebrajando los cimientos del local- ¡LIBERAD A MARIPOSITAAAAAAAAAAAAA!- nos rogaba al tiempo que las jarras para el baño dejaban a Sir Thomas empapado como un pollito- No le hagáis daño... -musitó después de que el regidor la fulminase con la mirada- Perdón -articuló sin emitir sonido, sacudiendo las perneras de su jefe con sumisión.
Para su desgracia, éste se hallaba completamente ofuscado por la ira y la sed. Con total seguridad Titina habría de pagar las consecuencias de aquel levantimiento subversivo, sin embargo eso no tenía trazas de ocurrir inmediatamente. En cambio, el otro asuntillo pendiente, áquel en el que intervenían la canilla ensangrentada del albondiguilla y mi recién aireado ciclo menstrual, era una prioridad. ¡Maldita sea!, el rubiales no-muerto, seguí sin quitarnos ojo.
-Vete saliendo de aquí -me susurró inopinadamente el albondiguilla mientras su propio retroceso me empujaba hacia la puerta- muy, muuuuuuyyyy despacio.
Le eché un vistazo al Jonhy y observé que estaba empuñando una de las estacas que se había traído en la sahariana. Sin embargo, no la blandía con temor o duda, más bien su rostro era reflejo de determinación y firmeza. El ceño estaba fruncido a causa de la concentración y el sudor le chorreaba por la sienes, pero sus transparentes ojos azules seguía clavados en los de Sir Thomas con una brizna de desafío.
-¿Quién te crees, humano insignificante? -increpó éste mientras se incorporaba apartando a Brigitte con una patada- No pienses ni por un momento que vais a salir de aquí con vida. Se trata ya de un asunto personal y esa clase de asuntos no me gusta dejarlos coleando.
-Pues es una pena -respondió MacGyver sin dejar de recular- Porque esta fiesta es un auténtico bodrio, un muermo, un peñazo. Un absoluto cero, ¿sabes, tío? Necesitas un héroe que la mantenga con vida, pero nosotros... -y mirándome, súbitamente gritó- ¡NOS PIRAMOS!
Mis piernas no necesitaron una segunda orden. Agarré al chihuahua con fuerza y puse pies en polvorosa. A lo lejos el débil gemido de Titina me suplicaba que le devolviese su perrita, pero más vale llevarse a un chihuahua de rehén que salir de una fies-vampiro a cuerpo gentil. Así que le di la espalda a la situación y empujé la 1º de las dos puertas que debíamos franquear.
Lamentablemente los documentales del National Geography lo vienen dejando claro durante años. Para un humano en plena huída, la velocidad de sus patas nunca resulta suficiente frente a la gracia natural de los chupasangres al caer sobre su presa... Bueno, ya se que nunca se ha hecho un reportaje sobre esto, pero a nosotros nos hubiese venido de perlas.
-GrooooOOOOOOOAAAAAAARrrrrrrGGGgggg -se encolerizó Sir Thomas apenas hube abatido la puerta – ¡¡¡¡¡GROOOOOOAAAAAAARRRRRRGGGG!!!!!
Involuntariamente eché la vista atrás para calcular las posibilidades que teníamos de huir y comprendí que el Jonhy había decidido quedarse a proteger la retirada (¡qué majoooooooooooo!). Todavía le sostenía con descaro la mirada a aquel vampiro, pero ahora apretaba con más fuerza la estaca y había tensado todos los músculos de su cuerpo.
-¡GROOOOOOARRRRRGGGGGGG! -repetió el alcalde abalanzándose al fin sobre las gelatinosas carnes de mi MacGyver- ¡GROOOOOAAAAAARRRRRRGGGGG!
Entonces, el albondiguilla resopló, se agachó rápidamente y con movimiento más bien torpe le clavó la estaca en el corazón, justo cuando Sir Thomas caía sobre su yugular.
-¡Me ha dado!, ¡me ha dado!... Mueeeeeerroooooooo...
Sin embargo por más que el alcalde lo repetía en plan melodramático, el muy capullo no acababa de convertirse en cenizas como en Buffy, ni explotaba en vísceras como los chupasangres de TrueBlood y ni se petrificaba como los de Crepúsculo. ¡Maldita sea!, ¿es que ni se iba retirar como en las partidas de rol?
Mesándose los cabellos y palpándose el pecho repetidamente, Sir Thomas llegó a una sorprendente conclusión.
-Estoy vivo... -eso era discutible- ¡Estoy vivo! ¡No me has tocado el corazón! -ya decía yo que eso era más bien el hombro- Jajajajaja. ¡Estoy vivo!. Jajajaja. ¡Te voy a... a ...aaaaaaaaarrrrrrrrrggggg!
Un nuevo alarido del alcalde me dejó la sangre cual granizado de fresa. Sin que nadie lo hubiese rozado siquiera había empezado a agarrarse la cara y de su ojo derecho comenzaba a brotar sangre a borbotones. ¡Quizás explotase después de todo!
-¿Habéis visto lo que le he hecho? -tomó la palabra mi albondiguilla empujándome de nuevo hacia la salida- ¿HABÉIS VISTO LO QUE LE HE HECHO? -gritaba mientras proseguíamos con la huída- YO SOY JONHDALF. Hechicero Blanco de nivel 7 -¡coño! Menuda novedad- He estudiado durante décadas las runas que los ancianos druidas nos han legado y gracias a ellas poseo el Dedo de la Muerte -explicó a los asombrados vampiros amenazándolos con su índice- Con él puedo inflingiros tales daños que os revolcaréis sobre la tierra agonizantes de dolor, suplicándome clemencia -¡qué pasada! Yo quiero uno- Así... -puso el tono de concluir- ...que será mejor que no nos sigáis.
Y dando un portazo pasamos disparados como rayos frente al chupasangres enano que ejercía de portero.
-Vamos a pasear a la perra -le expliqué al no-muerto que nos miraba atónito.
-Es que tiene un apretón -añadió el Jonhy.
Cuando el murciélago canijo pudo procesar toda la información. Mi MacGyver y yo ya íbamos corriendo a cielo descubierto por la mitad de la calle.
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