Detuve bruscamente al Jonhy, más dispuesto a meterse en la boca de un vampiro que a soportar otra buena tunda de palos, y agudicé mi oído tratando de averiguar si Charly tenía alguna posibilidad de seguirnos al interior de la disco.
Plaf. ¡Ay!. Pum. ¡Ay!. Crash. ¡Ay!. Brouummmm. ¡Aaaaaaaaayyyyyy!... Silencio.
Una nueva pareja de vampiros con aspecto de haber muerto con 17, 18, a lo sumo 19 años aparecieron tras la enorme cortina negra gesticulando y reproduciendo entre carcajadas una pelea mezcla de Jackie Chan y Pressing Catch.
-¿Has visto cómo hacía el gilipollas de ahí fuera? -decía el más bajito agitando las manos como si estuviese limpiando cristales- “Uuuuuuuuhhhhhhhh... Soy cinturón negro... El heredero de Chuck Norris”... Juajuajuajua.
-Sí, sí... Juajuajuajua -le respondía el otro- Aunque éste no creo que pueda contar hasta infinito... ¡Ya no le quedan dedos para empezar!... Juajuajuajua...
-Y la patada giratoria... -seguía el otro mientras pasaban a nuestro lado-... va a tener que esperar hasta que pueda ponerse en pie... Juajuajuajua... ¡Menuda soba!... Juajuajuajua.
Le eché un vistazo a mi albondiguilla, que ahora semejaba más tranquilo, y hablándole al oído le indiqué:
-Entremos en la fiesta. Tengo la sensación de que el Charly va a tardar bastante en regresar a la circulación y nosotros tenemos una misión...
Mi pelo-pincho-lamido dejó caer sus hombros y se abandonó a mi voluntad, agotado por el chute de adrenalina que acababa de sufrir. Aprovechando esta sumisión espontánea, lo empujé suavemente por la espalda hasta introducirlo en una sala de ambiente ochentero.
Las paredes se intuían pintadas en un elegante color negro que apenas osaba asomar entre los grandes espejos que invadían tabiques y columnas. El techo mostraba una reproducción del cielo nocturno y en su centro, reluciente por los juegos de luces, una gigantesca bola de discoteca giraba sin cesar al ritmo de “Hook me up!” de “The Veronicas”.
-¡Aquí están todos vivos! -me susurró el albondiguilla recuperando su presencia de ser- Fíjate en los espejos. ¿No se supone que los chupasangres no pueden verse en ellos?.
Justo delante nuestra, unos cien no-muertos (o tal vez no no-muertos), charlaban, reían y bailaban desenfrenadamente al son de la música y con su respectivas imágenes replicadas en los espejos de las paredes.
-Quizás éso sea sólo un mito... -le respondí desconcertada al plantearme la falsedad de un hecho que siempre había dado por cierto- O puede que éstos sean los canapés para el aperitivo de una noche tan especial.
El Jonhy ladeó la cabeza como si estuviese valorando positivamente mi razonamiento y al cabo de un rato me hizo partícipe de sus conclusiones:
-Es probable que tengas razón -admitió con tono condescenciente- Así que no vamos a precipitarnos raptando a un humano -¿qué estaba insuando?- Tenemos que actuar con cabeza -¿no lo hago siempre?- Vamos a mezclarnos entre ellos, así que se discreta... -Discreción es mi segundo nombre-... y observadora... -como un búho- En cuanto tengamos un sospechoso, lo aislamos, lo capturamos y nos lo llevamos puesto. ¿Lista?
-Más que el hambre -le respondí harta de instrucciones innecesarias.
-Pues entonces, vayamos a bailar.
Lentamente, analizándolo todo y a todos (¡aing, o’má que ricos!) , nos sumergimos con mucho cuidado en aquella masa de cuerpos calientes y sudorosos que se balanceaban rítmica y aparentemente ajenos a nuestra presencia.
El Jonhy, que encabezaba la pequeña expedición en territorio hostil, se dirigió con decisión hacia una de las columnas situadas casi en el centro de la pista. Allí, sin parar de mirar de forma paranoica, y en absoluto discreta, a los posibles chupasangres, se quitó la sahariana negra y colgándola de su antebrazo izquierdo apoyó el codo derecho sobre un minúsculo mostrador para copas que se hallaba anclado en la pared.
-¿No bailas? -le pregunté a sabiendas de que Robocop tenía mayor capacidad psicomotriz que mi pelo-pincho-lamido.
-Ya sabes que esta música no me va -se excusó precipitadamente- Los emos no estamos hechos para el disco -añadió buscando mi compresión.
-Síp, es cierto -concedí-, pero se ve que a los vampiros les mola más esto que el tema gótico, así que no llames la atención y ponte a mover ese esqueleto que lleva años sin saber lo que es ejercicio.
El albondiguilla me lanzó una mirada lastimera y como se le intuía a punto de replicarme con cualquier estupidez, opté por dar ejemplo e iniciar, a pesar de lo limitado de mis movimientos, tan exótico baile que ya quisieran las gogós de Pachá.
Alcé los brazos de forma sensual, cerré los ojos para captar el ritmo de la música y comencé a menear la cabeza frenéticamente haciéndo girar la coleta que llevaba por si las lluvias torrenciales regresaban esta noche.
Cuando volví a separar los párpados, mi MacGyver ya se había lanzado en pos de la fama y estaba haciendo toda una exhibición de cómo es posible mover tu cuerpo sin que un sólo par de miembros esté coordinado entre sí o, siquiera, con el propio compás de la canción... Digno de estudio.
-Je, je, je... -un risilla siniestra se dejó oir a mis espaldas- ¡Qué mal baila!
-Sí... Je,je,je... -confirmó otra voz a la que no pude poner rostro- Pero no me negarás que es igualito a Adam Lambert...
Miré al Jonhy y supe que estaban hablando de él. Nadie más en el local se movía con tan poca gracia, además de que esa noche el albondiguilla había combinado sus intensos ojos azules muy al estilo del famoso cantante. Vestía vaqueros negros raídos, llevaba remangada su camisa gris de las grandes ocasiones y el pelo lucía más pincho-lamido que nunca... Exactamente un clon, algo entrado en kilos, de Adam Lambert en las "AOL sessions".
-Hombreeeee... igualito, igualitooo... -proseguía la discusión justo detrás- Digamos que es como si se lo hubiese zampado... je, je, je.
-¡Pues mejor que sea de buen comer!... -respondió rápidamente el segundo- Aunque si tú no lo quieres -añadió tornando grave su voz- déjamelo a mi que ya le hincaré el diente en cuanto el ballenato se aparte... Jajajajaja...
-Jajajajaja...
Detuve mi baile sexy para procesar esta última parte de la conversación y cuando hube razonado infaliblemente que lo del ballenato se refería a mi, me giré para poner rostro a aquellos dos vampiros antipáticos que osaban insinuar que yo estaba gorda.
Sin embargo, al voltearme, sólo pude encontrar un pequeño espacio vacío justo detrás de mi, como si los dos no-muertos se hubieran esfumado en el aire. Sacudí la cabeza registrando visualmente todo el habitáculo y finalmente en una esquina, a lo lejos, encontré un par de caritas sonrientes que me desafíaban con osadía.
-Creo que he localizado a dos chupasangres -le grité al Jonhy al oído- Y uno va a por ti.
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