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diariodeunavampiresanovata

El albondiguilla barbilampiña parpadeo incrédulo un par de veces y después de rodar los ojos por el techo de la furgoneta rosmó por lo bajo:

-¡Jodeeeeeerrrrrr! ¡Es que nunca vas a dejar de crearme problemas!.

¡Venga!, ¡YA!. ¡O sea no!, no me lo podía creer. El pelo-pincho-lamido asumía que todo aquello era culpa mía. ¡VA-MOS!, ¡lo último que hubiera esperado de él!

-Te he oído – le contesté mientras cargaba el Ervi-móvil sacándolo bajo la llovizna que ahora nos envolvía suavemente – y para demostrarte lo injusto que eres conmigo vas a contestarme a un par de cosillas.

El Jonhy encogió sus hombros en señal indiferencia.

-Bien – proseguí tomando ese gesto como un sí – ¿Puedes decirme una sola vez en la que yo te haya forzado a meterte en un lío?
-No – suspiró – no puedo decirte una sola vez.
-¡Ajá! - continué no muy segura de que me hubiese dado la razón – y entonces, ¿serás capaz de explicarme ahora por qué crees que es culpa mía que la bruja se haya quedado en el cementerio?

Mi MacGyver tumba-puertas se detuvo para fulminarme con la mirada un buen rato y por un momento pensé que sí iba darme un proceso detallado de cómo se suponía que yo había logrado tal cosa. Sin embargo saltó de la Trade con cierta dificultad, cargó el ataúd en el máximo silencio y finalmente musitó con ironía:

-No. No puedo explicarte ahora por qué creo eso.

¡Vaya!, con éstas me salía el albondiguilla traidor.

-¡Así que me ves capaz de trazar tan maquiavélico plan!. Pues ya estás empezando a soltar por esa boquita cómo lo hice. ¡Ya me contarás como conseguí que...!

Pero no pude acabar la frase. Justo, en ese momento una voz grave surgió desde la ventanilla del conductor.

-¡Ey!, ¿Vane viene o qué? - dijo un Charly al que la paulatina desaparación del alcohol en su sangre le devolvía cierta lucidez de pensamiento.
-Sí, sí – contesté apresuradamente mientras tiraba por el féretro – Es que en sus circunstancias, le va a costar un poco llegar hasta la cabina.
-¡Ja, ja, ja! Pobrecilla – replicó el galán -  Venga. Voy a bajar a ayudarla.

Mis tiernas piernecitas comenzaron a flaquear y sujetando el Ervi-móvil con una sola mano, traté de controlar el temblor de manos que me impedía introducir la llave en la cerradura. Sin embargo era una tarea casi imposible. La oleada de pánico había llegado también al otro extremo del ataúd y desde allí una  nueva vibración meneaba esa punta de la caja a mayor velocidad que la mía, impidiendo que yo misma me tranquilizase.
Eché un ojo hacia MacGyver y comprobé, sagaces Hermanos de las Sombras, que se encontraba ejecutando el baile de San Vito con tal maestría que o tenía un ataque incontinencia urinaria o sencillamente se estaba cagando de miedo... O ambas cosas a la vez.

- ¿Qué me miras que no abres? - dijo el muy valiente mientras comenzaba a incrustarme la tapa en los riñones.
-Cuando dejes de agitar el ataúd – le repliqué mientras regresaba a la titánica tarea de domar la escurridiza llave de aluminio.

"Clack" se escuchó la manilla de la furgoneta justo en el momento en que mis dedos acertaban por fin a descorrer el cerrojo. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y como un sólo cuerpo el Jonhy y yo nos precipitamos al trote sobre la gravilla del jardín de mi abuela.

-Cierra, cierra – jadeaba él por lo bajo.
-Si consigo dejar de temblar – contesté desesperada mientras soltaba el féretro para sujetar la llave a dos manos e impedirle así el paso a la fiera iracunda que se lanzaría a por nosotros en 1 sg, 2, 3,... - Cerrado. ¡Corre!.

... 5, 6...

Nunca había visto correr tanto al albondiguilla, en realidad, exceptuando las pequeñas carreritas del cementerio, no lo había visto correr jamás. Aún así, como si llevase preparándose para las Olimpiadas toda su vida, salió disparado acarreando el ataúd nada más oir mi voz. Con su cresta lamida, bien tiesa gracias al fijador, se balanceaba jadeante mientras rumiaba toda clase de improperios en mi contra.

-¡Joder!. Maldita loca... ¡Coño!, ¡no puede ser una tía normal!... ¡Normal!... No, si el único subnormal es el menda... Profundo, subnormal profundo... ¡Cagüentó!.

Yo, por la cuenta que me traía, le seguía el paso de legionario al tiempo que escuchaba atentamente lo que ocurría a nuestras espaldas.

... 10, 11 ... Y, "oh, oh" empezaban los problemas.

-¿Vane?... ¿has subido a la cabina?, ¿Vane?... ¿dónde estás?

¡Guau! Aquello se podía considerar todo un récord, ¡el jardín de la yaya en 12 segundos! ¡Si tan sólo me hubiese visto el profe de gimnasia tendría el suficiente asegurado para el próximo examen!.

-¡Eeeeeehhhhhhh!, ¡chicooooossss! ¿dónde está Vane?

Desgraciadamente, no estábamos para celebraciones. La puerta principal de la casa. Otro maldito cerrojo y mi manos botando como unas descordinadas pelotas saltarinas.

-¡No está en la camioneta! - nos anunció preocupado Charly justo antes de sumirse en un inquietante silencio.

Sin duda estaría despejando el vapor de licor en su mente y pronto llegaría a la conclusión acertada. Desde luego la posibilidad de que su ira lo empujase a trepar por el muro de la casa y maquillarnos ambos ojos permanentemente era muy remota... pero para nada imposible. Aún tenía clavada en mi retina la noche en que se peleó el solito con dos malotes que osaron apalpar el culo de su Vane querida.

-¿No se habrá quedado en el cementerio? - dijo para sí empezando a encajar toda la información – ¿No la habréis dejado tirada en el cementerio? - preguntó en un tono casi aseverativo - ¡Cabrones! - tocado y hundido - ¡Os voy a matar hijos de la grandísima puta!

Y como si de un gorila furibundo se tratase, agarró con ambas manos dos barrotes del portón y empezó a abanearse descargando su peso en ellos mientras bramaba incoherencias sumido en la cólera.

-¡No voy a dejar de vosotros ni los huesos!. ¡Una caja de cerillas es suficiente para el polvo al que os reduciré!. ¡Os van a tener que reconocer con microscopio!... ¡Esperaaaad! Esperad ahí a que salte la verja. ¡Esperad que vamos tener una conversación puño a cara!

 

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