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diariodeunavampiresanovata

Sí, sí, sí. Ya se lo que estáis pensando, impresionables Siervos de la Noche, ¡pobre dulce e indefensa Vanessa! blablabla y todo esa basura caritativa... Sin embargo al final, la que paga los platos rotos es la de siempre, useasé, yo.
¡Que a mi también me da pena, oiga! Aunque nadie le mandó saltar de la furgo sin avisar. No hay que tener muchas luces para deducir que si llevas viento en contra, has roto un tacón y vas más borracha que el Ortega Cano recogiendo un premio, es bastante difícil alcanzar un  vehículo en marcha.

 


Sin embargo, ¡nadaaaa! , ella se catapulta tan campante a la mitad de la tempestad con su mini-top blanco y los pitillos tan apretados que es imposible dar una zancada sin rajarlos por el culo, luego se queda tirada en el cementerio y ¿a quién le echa todo el mundo la culpa? A mi. ¡A MI! A mi que he lo he dado todo por esa zo.... ¡Todo!, ¡hasta a mi querídisimo Charly!. Ese ser perfecto contra el que aquella noche, debo admitirlo, aproveché para restregarme camino a casa. ¡Aing, omá qué rico!.

Desafortunadamente, mi ex, además de parecer inmune a los dulces arrumacos que yo le brindaba, tenía su atención puesta en mantener las 4 latas de la Trade sobre la carretera. Cosa que, por cierto, le estaba resultando más difícil que esbozar una sonrisa a Nicole Kidman.

Por eso y porque de tanto retrodecer los centímetros que yo avanzaba Charly ya tenía su mejilla contra el cristal , decidí no pronunciar palabra hasta que él iniciase una maniobra de aproximación. De todas formas, para incentivarlo un poco, sí es cierto que durante el trayecto le dediqué  sutilísimos jadeos sensuales al tiempo que agitaba la camiseta mojada con brío figiendo que la estaba secando.

Si me preguntáis ahora, atentos Siervos de la Noche, acerca de la eficacia de esta táctica, debo reconocer que fue más inútil que el abdominazer del Jonhy (un regalo de su amorosa madre). Seguramente, en otras circunstancias la situación hubiese sido bien distinta, pero la música retumbaba en toda la cabina y, para que fuesen audibles, debía elevar el volumen de mis jadeos. Así que al final del trayecto, mi respiración presagiaba más que yo escupiría una bola de pelo, cual gato de Angola (¿para qué la melena si están en el trópico?), que en un tórrido calentón invernal con mi ex...¡Una pena!...

No obstante (ahora voy a ponerme seria) no quiero que con todo esto concluyáis que soy una chica fácil. Debéis tener en cuenta que, auque lo amo con locura, mi encuentro con Ervigio es reciente y al no haberse producido intercambio de fluidos (sanguíneos, evidentemente) nuestra conexión mental no es tan grande como debiera.
Además, habéis de recordar que Charly y yo mantuvimos una relación mucho antes de que la más adorable ratilla voladora irrumpiese en mi vida, así que mi reacción hormonal estuvo totalmente justificada. Más si tenemos en cuenta que mi ex vestía aquella noche el vaquero negro desteñido que mejor le cae a su culo perfecto, una camiseta a juego realzando tremenda espalda,... ¡y ese pelito cortado descubriendo la nuca y el sensual lateral del cuello! ¡tan suave y musculoso que dan ganas de mordisquearlo de arriba a abajo y de abajo a arriba!.

¡¡¡Aiiiiinnnssss!!!, ¡este pavo me pierde!. Pero no hay fallo, la tentación está acorralada. En cuanto Ervigio me convierta en vampiro, dejaré de sentir tan carnales apetitos para centrarme únicamente en la sed de sangre y el sexo salvaje de los no-muertos. Eso es lo que creo y eso es lo que debe ser.

En fin, que como os contaba, todo mi cortejo se había ido "afortunadamente" al carajo y, en menos tiempo del que estimaba, Charly ya me estaba indicando la casa de mi abuela, la cual señalaba, en definitiva, la dirección que me separaría para siempre de él.

Le eché una última mirada de despedida, larga y lánguida como en la películas y salté a la lluvia para abrir el portón trasero de la camioneta.

-¡Dile a Vane que venga a sentarse conmigo! – fueron las últimas palabras que me dirigió mi ex después de tan sentido adios silencioso.

Le mostré la espalda herida en mi orgullo (podía haberse callado si era eso lo único que iba a decir) e ignorándole conscientemente me lancé a descargar al chupasangres de la camioneta.

-¡Venga! - grité en cuanto puse mis ojos sobre el Jonhy que dormitaba contra la pared de la furgo - ¡empuja el ataúd y salgamos de aquí pitando!
-¿Qué pasa ahora? - me dijo medio adormilado.
-La bruja se quedó en el cementerio y en cuanto Charly se entere va a montar en cólera.

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