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diariodeunavampiresanovata

Sin embargo, a pesar de eso, Gay Halsing tuvo su ración de relax y paz interior.

 

Nada más entrar, Titina nos llevó a una esquina de la gigantesca sala para instruirnos en nuestro comportamiento durante tan magno evento y gracias a eso, el albondiguilla pudo echarse una soberbia cabezada.

 

-Esta fiesta es realmente importante -comenzó Brigitte en un tono cadencioso- O sea, que debéis portaros correctamente -añadió mientra se inclinaba lentamente sobre nosotros- Ahora os vais a sentar en este sofa -indicó abriendo los ojos como una loca- calladitos -continuó manteniéndose sin pestañear- hasta que yo regrese a buscaros... ¿Lo habéis entendido?.

 

No era que le hubiese prestado demasiada atención, pero el asunto parecía sencillo: sentarse y callarse. Di tú que yo no entendía muy bien para qué, pero pasando de eso, las instrucciones eran simples como el mecanismo de un donuts.

 

-Sí -respondí maquinalmente tal cual me acabase de mandar recoger la habitación.

-Sí -respondió el Jonhy con mi mismo tono de hastío.

-Así me gusta -susurró ella con un aire satisfecho- No cabe duda de que soy buena, o sea -agregó para si mientras se alejaba.

 

Durante 10 minutos, más o menos el tiempo en el que nuestra anfitronia pululó dentro de mi radio de acción, me mantuve en el sofá, mirada al frente y silenciosa como una mosquita muerta de colegio de pago. Mi MacGyver por su parte, tenía entornados los ojos y aunque su espalda continuaba en una posición rígida, estaba claramente traspuesto.

 

Visto, lo visto y ya que el albondiguilla había quedado fuera de juego tan rápidamente, decidí zambullirme en el mundo de la jet set. Al fin y al cabo, era evidente que Titina, tras un juicio somero de mi ceñido atuendo de vinilo, había subestimado mi habilidades sociales. Sin embargo ¿qué mal iba hacer alternar un rato con “Piluca, BorjaMari y Cuquita”?, ¿qué podría pasar si me dejaba caer en algún corrillo de la alta sociedad?, ¿qué, si te lo juro por Snoopy, no iba a tardar más de 5 minutos en volver con el Jonhy?. Nada, absolutamente nada. ¿Entonces, para qué perder más tiempo?

 

Lentamente, mi “ultra-fashion” vestidito de charol permitió que me incorporase del asiento y, antes de mezclarme con “la creme de la creme”, le eché un ojo a la tan refinada celebración en la que nos había colado Titina. La cual, por cierto, llevaba un buen rato “súper-missing”.

 

Analizando detenidamente el WoW, por mi mente cruzaron todo tipo de pensamientos excepto GuaU. Petardo, plomo, tostón, muermo, coñazo, jugar al parchís es más divertido, en el cementerio hay más marcha, el Charly pateándome el pandero sería una tortura más humanitaria que encerrarme aquí toda la noche.

 

 

 

Y no es que yo sea muy exquisita a la hora de salir de juerga, pero comparados con aquello, mis cumpleaños en la guardería eran un desmadre.

 

Para empezar, y como ya postuló Platón en su mito de la caverna, un buen local debe cumplir las 3 reglas indispensables del ocio nocturno:

 

1.- No mantendrás conversación en vano.- Los amigos son peces de acuario boqueándole a tu oreja.

2.- No darás un paso de baile en falso.- La proporción de peña por m2 será mayor que la de una playa de Benidorm en Agosto.

3.- No verás al vecino de enfrente.- Todo estará más negro que el futuro del Cobra como cantante.

 

Si tu cuchitril verifica estas 3 premisas básicas, da igual que sirvas garrafón o meo de gato, el éxito está indiscutiblemente asegurado. El caso es que, particularmente el WoW no respetaba ni una sola de ellas.

 

La suave música ambiental incitaba más a planchar la oreja que a “mover la tibia y el peroné”, cada uno de los asistentes disponía un espacio vital de 5 m de radio y los focos parecían sacados de un campo de concentración nazi. ¡Vamos!, un auténtico fiasco de fiesta “mega-cool”, o sea,... ¡qué decepción!.

 

Brujuleé un rato entre las diferentes islitas de gente que conversaban con glamourosa desgana y al final me dejé caer en un variopinto grupillo femenino cuyo denominador común eran sus ostentosas pamelas del tamaño de un hongo gigante.

 

-Pues sí, pues sí -decía una en tono confidencial- Hace cinco días que la dejó tirada.

-No me digaaaaaaaas -le respondía la otra escandalizada.

-Tal y como te lo oyes.

-¡Qué fuerrrrrrrttteeeee! -continuaba la segunda disfrutando del cotilleo- Y con lo sumiso que él parecía... ¿Por qué se habrá marchado?

-Pues no lo se, chicaaaa... Ya sabes que ella es un poco “divine” y dicen que el muchacho no la aguntó más.

-¿Tú crees?... ¡Qué fueerrrrrtttteeeeeeee!.

-Ya ves -retomó la primera al tiempo que otras tres lanzaban sonoras exclamaciones- Tanto haz esto, haz lo otro, saca a la perra, recoge su caquita, límpiale el culito... ¿Qué quieres? Eso no tiene precio.

-¡Pero con todo lo que ella ha hecho por él!

-Hija, el servicio de ahora ya no es como el de antes -intervino una tercera- En casa de mis padres las criadas conocían lo que era la vara de medir.

-Sí, sí, es cierto, en la mía...

 

Y de repente se produjo un silencio.

Las 5 víboras se habían vuelto hacia mi, deteniendo su interesante aquelarre.

 

-Perdona, bonita, ¿quién eres? -me preguntó la del sombrero fucsia con lazo de tul.

-Jessica -respondí con tono elegante tratando de no vocalizar.

-Jessica ¿de quien? -me preguntó impaciente.

-De Brigitte. Ella me ha invitado.

 

Estaba claro que para entrar en aquel selecto grupo de brujas era necesario un buen padrino y, teniendo en cuenta que Titina era la única persona que yo conocía, recé para que sus influencias fuesen suficientes.

 

-Vaya -acertó a decir la portavoz, ruborizada como si se hubiese tirado un cuesco- Así que eres su nueva quiróptera.

-No señorita -le respondí a sabiendas de que pasaba de los cincuenta- Yo no se dar masajes.

 

De nuevo otro silencio.

 

-Ha-ha -río la gigantesca seta fucsia antes de volverse hacia el grupito- Al menos esta chica tiene más gracia que su anterior muchacho.

 

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