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diariodeunavampiresanovata

¡Genial! Y a mí haciéndoseme la boca agua cada vez que evocaba su regordete bracito de gitano.

 

-A mi también me gustas...-no se imaginaba cuanto-, pero nuestras naturalezas son incompatibles. Básicamente, somos como el agua y el aceite.

 

Podría habérselo explicado con leones y ovejas, sin embargo consideré innecesario mezclar churras con merinas, entre otras razones, porque mi pelo-pincho-lamido siempre ha pecado de ser de caletre lento, con lo que es preferible darle una imagen clara de la situación que permitir que su mollera se disperse en reflexiones tipo “National Geographic”.

 

-Juntos, pegamos menos que unos calcetines y una sandalias -he ahí un ejemplo de evidencia meridiana- Podemos estar cerca en el mismo armario, sin embargo nunca podremos salir juntos, por mucho que resucite la mismísima Coco Chanel para tratar de poner de moda semejante combinación.

-Pues no estoy de acuerdo -me interrumpió MacGyver de forma vehemente.

-¿Te pondrías calcetines con sandalias si ella resucitase?

-No.

-Justo lo que yo decía.

-Pero sí que saldría contigo a pesar de que no siempre tenemos las mismas opiniones -Jonhdalf era tenaz como un montaraz del Norte- Esas situaciones le pasan a todas la parejas, Jessi, pero se superan si hay amor, y... y...

-Lo pillo -le detuve- Y de ese modo el calcetín se enamoró de la sandalia.

-¿Eh?

 

Exasperante por no variar, el de caletre lento estaba otra vez en la inopia.

 

-¡QUÉ CALCETÍN TAN ESTÚPIDO!

-¿Eh?

-Nada -era preciso ser más explícita- Mis sentimientos por ti también son intensos, lamentablemente ahora estoy en medio de una transición y necesito mi espacio para conocerme mejor: medir mis fuerzas, encontrar mis límites, saber hasta dónde puedo llegar.

 

Al otro lado del teléfono el Jonhy callaba, con lo que supuse que me estaba dedicando toda su atención y, de este modo, quizás, estaba comprendiendo, como mínimo, parte de lo que yo le exponía.

 

-Esto es algo que debo hacer sola, por mí misma. No resulta conveniente que distracciones familiares o amorosas me desvíen de la meta que me he propuesto, que es...

-¿Irte a Nueva York a triunfar en la canción? -me preguntó incrédulo.

-Ehmmmmm...

-¿Sin dinero, sin ropa, sin nadie que te acompañe?

-Ehmmmmm...

 

Lo sé críticos Siervos de la Noche, dicho así sonaba estúpido, ¿pero qué le iba a contar a mi suave tiramisú de mascarpone? , ¿que el memo de Ervigio me acababa de convertir en vampiresa y que, a pesar de no tolerar la sangre, resultaba peligroso que me acercase a mi adorable MacGyver porque se me había vuelto imposible pensar en él sin segregar jugos gástricos? Mi Hechicero Blanco de nivel 7 nunca hubiera considerado ésta una razón de peso para mantenerse alejado de mí. Antes bien hubiese creído que con echarme unos polvitos se podría detener la transformación e iniciar el largo camino hacia mi recuperación, ¡un largo camino de regreso a la luz!. Lo cual, según mi Maestro Oscuro y otra fuentes fidedignas en la materia, es del todo irrealizable.

 

 

-Pues sí, me voy a Nueva York – no quedaba otra, mantenella y no enmedalla- Triunfaré en la canción y cuando lo tenga todo bajo control, volveré. Aunque... -faltaba un punto por aclarar-... no quiero que me guardes la ausencia, porque ya no somos novios.

 

Tener fervorosos admiradores sienta muy bien, Siervos de la Noche, pero no hay que ser cruel con ellos. No fuese que una nunca llegase a dominar sus bajos instintos y el pobre MacGyver se me quedase castrati perdido a fuerza de tanta contención.

 

-Sal con otras chicas -que yo tampoco pienso dejar chupasangres cachondo sin catar-, practica mucho, aprende la importancia de los preliminares y, si nuestro amor es suficientemente grande para resistir la distancia, me beneficiaré de todo ello cuando regrese.

-Jessi... -su voz sonaba ahora carente de esperanza.

-Mira, ¡todavía somos muy jóvenes!. Tengo muchos sueños por cumplir y tú tienes que crecer unos cuantos centímetros, mudar esos cuatro pelos de chivo por una barba decente y, de paso, aprovechar para adelgazar unos kilillos, ¡que buena falta te hace!

-En cambio, yo... -las palabras se le quebraron en la boca-... yo espero que tú no pierdas ni uno solo de esos lindos gramitos. Jessi...

-Jonhy...

 

Aturdiéndome con frases tan bien argumentadas, era muy difícil encontrar con rapidez la respuesta adecuada.

 

-Jonhy, ¡volveré!.

 

Entonces le colgué. No pude soportarlo más, estupefactos Siervos de la Noche, me invadió una terrible debilidad y ¡le colgué y apagué el móvil!. Admito que dejar tirada a la manada no es propio de un buen líder que se precie de serlo, sin embargo opté por cortar por lo sano antes de que mi férrea voluntad cediese frente a tantas cálidas palabras. AHORA no era el momento de retornar junto a MacGyver. Me había esforzado mucho en ponerlo a salvo de una jauría de vampiros, no iba a estropearlo todo permitiendo que saliese con una chupasangres y precisamente novata.

 

Además, viajar por el mundo nunca le ha sentado mal a nadie, y a mí me vendría bien abandonar mi pequeña ciudad para ampliar horizontes. Ver que se cuece por ahí fuera, tratar con no-muertos de buen ver, hombres-lobo hipermusculados, brujos de alguna pija fraternidad inglesa y hasta, tal vez, ¿por qué no?, alcanzar el estrellato en el mundo de la canción: “Jessica, la vampiresa novata”, la primera chupasangres y cantante famosa (la 2ª si contamos con los chicos). Sonaba bien.

 

-¡Guau!

 

Un ladrido detuvo a mi mente que comenzaba a fantasear con las posibilidades que se me desplegaban en el futuro. Me di la vuelta y, frente a mí, Mariposita había depositado un par de conejillos ensangrentados.

 

-Bueno -le dije acercándome a ellos, mientras me encogía de hombros - Quizás después, con un poco de chocolate.

 

La chihuahua ladeó la cabeza.

 

-Lo has hecho muy bien -añadí acariciándola entre las orejas- Lo estamos haciendo muy bien.

 

De un salto, salí de la parte trasera de la furgoneta y cerré su portón antes de dirigirme hacia la cabina. Allí conseguí, para mi sorpresa, arrancar el motor a la primera y lentamente marcha atrás, luego ya en tercera, deshice el camino de la noche anterior hasta llegar al cruce con una vía principal.

 

En la lejanía, se vislumbraban las luces rutilantes de mi pasado. Me detuve un instante para despedirme de ellas.

 

Todas las dudas se habían disipado. Sabía que estaba tomando la decisión correcta. Sabía que estaba avanzando en la dirección adecuada.

 

-Volveré. Algún día volveré.

 

 

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