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diariodeunavampiresanovata

Obviamente el pelo-pincho-lamido me echaba de menos y no me extrañaba en absoluto, porque soy adorable. Además el muy gruñón había sacado a pasear su lado más cafre en los últimos tiempos, con lo que tampoco me sorprendía que, tras mi largo silencio, un ataque de arrepentimiento le hubiese impulsado a mendigar unas migajitas de efecto. Por eso me llamaba. El pobre precisaba estar, aunque fuese a distancia, bajo el influjo de mi encantadora, arrolladora y efervescente personalidad.

 

Eso por un lado y por el otro, como eslabón más débil de la manada (sí, incluso Mariposita es más autosuficiente que él), MacGyver requiere de un líder firme, una mano autoritaria que lo guíe y le muestre el camino a seguir, que le descubra sus carencias, sus necesidades, incluso sus gustos. Que si no fuese por mí aún dormiría en el raquítico pijama de Son Gonku) con el que me recibió orgullosamente ataviado, hace bien cuatro años, durante unas vacaciones de Semana Santa que se pasó encamado a causa de una varicela adolescente muy poco favorecedora. Y es que dicen que donde caben dos caben tres, pero, entre vesículas purulentas y espinillas comunes, en la cara del albondiguilla no había hueco ni para un grano más.

 

Resumiendo, que, por ser una tan adorable y el Johny un eslabón tan blandengue, le resultaba yo más imprescindible que el aire que respiraba. O más a las claras, el muy cenutrio no podía vivir sin mí. Así que como a través de mi cutre-móvil no se podían visualizar las miserias a las que habían quedado reducidas todas mis gracias (por ejemplo, el ramillete de padrastros requemados que ahora tenía por dedos), decidí aceptar la llamada y derramar unas pizcas de mi sublimidad sobre la desdichada existencia del Mago Jonhdalf.

 

-Dime, querido, ¿qué es lo...?

-¡TIENES A TODA LA FAMILIA HISTÉRICA!, ¿DÓNDE TE HAS METIDO?.

 

También podía ser que mi abuela hubiese informado a mis padres sobre mi precipitada partida y, en consecuencia, el albondiguilla se hubiese dignado, finalmente, a inquietarse por mí. Que con el tiempo que llevaba sin dar señales de vida, ¡nadie diría que apenas unos días atrás sus babas hubiesen inundado mi tracto digestivo superior!

 

-Pues, mira, no me he metido en sitio ninguno -aquellos modales no merecían mejor contestación- Precisamente, deseaba que me tragase la tierra y hasta he cavado un agujero para ello. Pero no me pareció adecuado esconder sólo la cabeza y quedarme con el culo al aire. Así que todavía ando por aquí arriba.

-¿DE QUÉ ME ESTÁS HABLANDO? -con estos gritos tampoco íbamos a llegar muy lejos- ME RESPONDES DE CACHONDEO Y TE DIGO QUE ME TIENES... DIGO,QUE... QUE TIENES A TUS PADRES CON EL ALMA EN VILO. ¡SIN CONTESTAR AL TELÉFONO!, ¡SIN SABER SI SU HIJA ESTÁ VIVA O MUERTA!...

 

Vaya por Dios, con que toda la desazón y zozobra del albondiguilla se debían a que mis progenitores estaban angustiados, ignorantes de mi paradero. A él se la traía floja que me hubiese secuestrado una mafia de traficantes de órganos o que la colonia local de chupasangres se hubiese tomado una merendola a mi salud (mucho más probable en vista de los acontecimientos que últimamente habíamos vivido juntos). Lo único que le quitaba el sueño al pelo-pincho-lamido, como yerno perfecto que mi familia solía considerar, era no poder aliviar el sufrimiento de mis padres ante tanta incertidumbre. A mí me la podían dar con queso, pero ellos debían saber de inmediato si su pequeña estaba viva o muerta.

 

-Pues diles que ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario -estaba claro que no había valido la pena salvarle la jeta a MacGyver y por ende, no iba a recibir más explicaciones.

-¿QUÉ CLASE DE RESPUESTA ES ÉSAAAAAAAAAA? -el muy burro me volvió a rebuznar como si le hubiese pisado los juanetes-¿QUE “NI UNA COSA NI LA OTRA, SINO TODO LO CONTRARIOOOOOOOOOOOOOO”? ¿ACASO TE DAMOS IGUAL?, QUE TE ESTOY HABLANDO DE TUS PADRES, QUE CUANDO VUELVAS SE TE VA A CAER EL PELOOOOOOOOOOOOOOOO...

 

A mí con ésas, justo ahora que lucía cabeza de cerilla y que, o echaba mano de un parche pirata, o no podría taparme el ojo derecho, como todo buen Emo de provecho.

 

-¡QUE SE TE VA A CAER EL PELO! -insistía Jonhdalf desgañitándose a lo Ultra-Belieber- ¡CUANDO REGRESES SE TE VA A CAER EL PELO, ¡¡¡EL PELOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

-Para los cuatro que me quedan... -le atajé lacónica-... hasta estoy pensando en arrancármelos con una pinza y mandártelos por correo.

 

Silencio.

 

-BrrffffffBGgrrffgbff... Yo... yo... Arggbrffrfgbbffffgggggbbbbrrfrrf... Yo... ¡¡¡YO TE MATO, TE MATO, TE MATO, TE MATOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

 

Y, aunque otras veces me había venido con el mismo cuento, de veras que en esta ocasión cualquiera apostaría que lo decía en serio. Tan alto y claro me lo estaba bramando, tan vívida era la voz con la que profería sus amenazas, que parecía mismamente que lo tuviese delante, catapultándome salivazos involuntarios entre “te mato” y “te mato”.

 

-Oye, mira -interrumpí impaciente su elaborada retórica- no estoy con ánimo de aguantar chaladuras. Si me has llamado para dejarme sorda, casi que lo aplazamos para otro día... o... o noche. Pero lo que es hoy, no tengo ni tiempo ni ganas.

 

Porque yo no sabía si aquella incipiente hambruna atroz se debía al ejercicio extremo desarrollado durante las horas de Sol o bien despertarse lanzando rugidos con epicentro en la región umbilical era lo más normal del mundo vampírico. De lo que no cabía duda, pacientes y fidelísimos Siervos de la Noche, era que, una vez recuperada mi consciencia, mi cerebro había comenzado a fantasear con donuts frescos, glaseados, bañados en azúcar rosa y espolvoreados con multicolores virutillas de chocolate. En cuanto a Mariposilla, por la cara de éxtasis babeante que lucía, o acababa de verle los glúteos mayores a Joseph Morgan o también estaba pensando en bollería con exceso de grasas saturadas. Por eso le abrí la puerta de la furgonalla, para que la vamperra, fuese lo que fuese lo que la traía desequilibrada, pudiese desfogarse un poco entre la maleza. A ver si con suerte me cazaba un “brioche” calentito y si no, me tendría que conformar con un culamen bien macizo.

 

-Vas a disculparme, Jonhy, pero tengo asuntos urgentes que resolver y no puedo dedicarle más tiempo a descifrar tus aullidos ofendidos. O sea que, chao. Nos hablam...

-¡Eh, eh, eh! -el tono de MacGyver se relajó unos decibelios - ¿No irás a colgarme el teléfono? -la ansiedad brotó al otro lado del auricular- Jessi, ¿no irás a dejarme... así?... Jessi... -ahora sonaba suplicante-... Jessi, ¿vas dejarme así?, ¿a mí?,... ¿a tu novio?.

 

… Ouuuuuuuuuuuu... qué dulceeeeeeeee...

 

-Porque somos novios, ¿o no? Al menos yo sí soy todo tuyo.

 

… Ouuuuuuuuuuuu... qué tiernooooooooo...

 

-Últimamente hemos discutido bastante y es cierto que estaba algo cabreado contigo. ¡Pero eso no significa que haya dejado de pensar en ti ni un sólo momento!. ¿Cómo podría si... -vaciló un instante-... si mi corazón siempre te ha pertenecido?

 

… Ouuuuuuuuuuuu... gotita de mieeeeeeeeeel...

 

-Jessi, estoy colado por ti desde que éramos pequeños. Desde antes de que me pegases el primer chicle en el pelo...

 

… Ouuuuuuuuuuuu... mi esponjoso “muffin” de chocolate...

 

-... antes de que me pusieses la canilla morada con la primera patada en la espinilla, antes incluso de que me tatuases el primer modisco...

 

OOOOOOOOUUUUUUUUUUUUUUUUU... MI RECHONCHO PETISÚ DE CREMA... QUE ME LO COMÍA ENTERITO... Me comía a mi resalada albondiguilla enterita. Ya no sé si a base de besos, porque tanta declaración amorosa me había provocado un súbito arrebatamiento pasional, o si literalmente le iba a hincar el diente. Porque, y esto tenía que ser causa de mi nueva idiosincrasia vampírica, mientras el Mago Jonhdalf sacaba la hechicería pesada para convertir mi furor genérico en furor uterino, yo no era capaz de imaginármelo sin que el recuerdo de su cuello barbilampiño estuviese bañado por un delicioso aroma a croissant recién salido del horno.

 

-Daría lo que fuera por hacer las paces contigo y regresar a aquellos días felices.

-A los del mordisco no creo que fuese buena idea -reflexioné viva voz.

-Pues aún a esos me gustaría volver -continuó él tocándome más fibras sensibles que los juguetes de ToyStory abandonados en una guardería- Jessi, yo te quiero.

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